En un momento político en el que todos los agentes apelan a la sociedad y subrayan la vital importancia de su implicación en el proceso que se vislumbra en el horizonte de Euskal Herria, varias personas están siendo juzgadas, precisamente, por tratar de activar a esta misma sociedad. En una dirección, eso sí, que sin duda muchos de estos agentes no ven con buenos ojos. Ekin ha sido presentado, desde el inicio de la vista, desde mucho antes del jucio incluso, como el verdadero ogro de este sumario. «El juicio de Ekin» lo llaman la mayor parte de los medios españoles, que agregan como coletilla términos como «aparato político de ETA», «comisarios», «señalamiento», «violencia complementaria»... Ha habido «barra libre» en las redacciones de Madrid.
No en vano, el juez Baltasar Garzón creó en su funesto laboratorio de ideas de la Audiencia Nacional la organización «ETA-KAS-Ekin» y, como si del lastimero sirviente Igor del doctor Frankenstein se tratara, el fiscal Enrique Molina ha llevado a la criatura a su presentación pública en la vista oral.
Han sido los propios encausados en esta pieza, algunos desde el reconocimiento de su militancia, otros desde su conoci- miento del proceso que dio a luz a esta organización en 1999, quienes han relatado los objetivos de Ekin y han descrito su trabajo, a pie de calle, en barrios y pueblos, en favor de la construcción nacional de Euskal Herria. Porque si algo han reivindicado todos los procesados en esta pieza, una y otra vez, ha sido su labor en la construcción de un país que observan «en peligro de extinción tras siglos de negación, represión y ocupación de los Estados español y francés».
La reflexión que desembocó en el surgimiento de esta nueva organización data de 1998. Estuvo alumbrada por un contexto marcado por el Acuerdo de Lizarra-Garazi y la tregua unilateral de ETA, y motivada por una preocupación. La derivada de un diagnóstico integral sobre la situación de Euskal Herria. En todo su territorio y en todos sus ámbitos.
Ese diagnóstico, explican los procesados, puso sobre la mesa la delicada situación «de los pilares que hacen de este pueblo lo que es, que lo diferencian del resto e impiden que se diluya» ante la presión de los estados vecinos. Evidenció, en definitiva, que «había que empezar a reconstruir este pueblo sin esperar al día de mañana».
A esa tarea se dedicaron, tras su constitución «con luces y taquígrafos», los militantes de Ekin. Partiendo de las necesidades de los barrios y de los pueblos de Euskal Herria.
Porque si «control» es la palabra clave del fiscal, «humildad» es la palabra mágica para los procesados. La que más han utilizado al narrar su trabajo.
A lo largo de las sesiones relacionadas con esta pieza, los presentes en la Casa de Campo de Madrid han oído hablar de la realidad de barrios y pueblos, de sus necesidades y de la labor desarrollada para hacer frente a las mismas. Los jueces han conocido así, de primera mano, el número de médicos y pediatras del Casco Viejo de Bilbo y su conocimiento de euskara; la realidad social de Ezkerraldea; la lucha por un sistema educativo propio para Euskal Herria; la sangrante situación de la lengua nacional vasca...
Estos han sido los marcos de trabajo de los militantes de esta organización, que fijaron, tras analizar el mencionado diagnóstico de la situación de este país, cuatro prioridades o ámbitos de actuación: el euskara, la cultura, la educación y la socioeconomía. Durante los interrogatorios, han defendido razonadamente el carácter estratégico de estos cuatro puntos, en su trabajo por la reconstrucción de este pueblo.
Y los tres magistrados que componen la Sala, como no habían hecho antes, les han escuchado con atención.
Independencia y socialismo
Porque en un sumario de marcado carácter político, las declaraciones de los imputados en este pieza David Soto no ha podido hacerlo, aquejado por una grave enfermedad han estado caracterizadas por tener un hondo calado político. Las intervenciones han sido, además, de un nivel que no ha escapado a aquellos que observan el juicio y ha sido subrayado incluso desde quienes se sientan enfrente de sus letrados.
Los procesados, en sus declaraciones, han reivindicado el objetivo de la independencia y el socialismo para Euskal Herria, y el trabajo de construcción nacional como vía hacia ese objetivo. Han puesto sobre la mesa, también, la represión estructural que sufre este país por parte de ambos estados, la existencia de respuestas frente a la misma como la kale borroka, o la situación de los prisioneros vascos.
Y han expuesto sus ideas al respecto con la misma naturalidad con la que algunos han asumido su trabajo en Ekin, otros han descrito su participación en la reflexión que le dio cauce, y otros tantos han reconocido el carácter de interlocutor de esta organización en sus relaciones políticas. Porque, como también han narrado procesados en otras piezas, Ekin nació de forma pública y ha desarrollado su actividad de la misma forma. «Sin sombras ni clandestinidades», recalcaron.
Los imputados han subrayado también que lo que no han hecho ha sido «desdoblarse» en otros organismos, ni dirigirlos, ni ejercer de «comisarios», ni «controlar» al Colectivo de Presos Políticos Vascos, ni «señalar objetivos», ni dirigir el «aparato internacional de ETA», como sostienen las acusaciones.
Sólo se reconocen autores de «un trabajo de hormigas», lejos de los focos, sin protagonismos. Un trabajo sordo de activación social, con el declarado objetivo de la construcción nacional de este país. Un camino en el que queda mucho por hacer.
Hoy algunos vuelven a apelar a la sociedad vasca. ¿Volverán a procesar a quienes traten de activarla? -
MADRID