GARA
AUGUSTA
José María Olazabal, dos veces campeón del Masters de Augusta que comienza hoy (1994-99), vaticinó que «pocos jugadores acabarán este año bajo par», en relación con los cambios efectuados en el Augusta National y que han añadido al recorrido 141 metros.
«El campo es ahora más difícil, complicado y más exigente. Si el tiempo se mantiene seco, vamos a ver lo que ocurre. Los que organizan el torneo deberán estudiar al final el tema y ver si es lo que quieren, y tomar una decisión al respecto», comentó el hondarribiarra.
El Augusta National ha vuelto a aumentar el tamaño de sus murallas y se ha visto envuelto en un torbellino de críticas y mutaciones que anticipan un torneo especial y distinto, una aventura que Olazabal quiere convertir en un asalto al primer grande del año.
Ahora sólo parece abordable para los jugadores que alcancen una media de 270 metros de salida, para así poder atacar los greens con ciertas garantías asidos a hierros no más allá del número 5. Tan reducida es la relación de aspirantes-pegadores que podrían señalarse con los dedos de las manos. Olazabal, pese a sus 40 años, también se ha convertido en un mutante. «Bienvenido al club de los pegadores», le comentó su entrenador Butch Harmon en el reciente Mundial Match Play al comprobar cómo el vasco era capaz ya de mecanizar una pegada con el driver de casi 270 metros de promedio. Es decir, el umbral al que hay que llegar para codearse con la elite.
«Ahora es cuando tendrás problemas para manejar el hierro 9», le espetó Harmon, lo que el hondarribiarra encajó con una sonrisa de satisfacción después de tantas horas de gimnasio y preparación técnica para no quedarse descolgado de las normas del golf moderno.
El Masters de 2006 se presenta tan especial, con tanta incertidumbre, que ni siquiera los analistas tienen muy claro que Tiger Woods, de 30 años e indiscutible número uno del mundo, pueda lograr tan fácilmente su quinta Chaqueta Verde y el undécimo grande.
Las dudas que sobre el ánimo de Tiger pueda provocar el delicado estado de salud de su padre, que convalece de un cáncer de próstata, ha mermado las apuestas a su favor.