IRUÑEA

«En principio, al contar con un defensa más debemos tener una mejor ocupación del campo de cara a la posesión del balón, pero la culpa es mía de que esto no ocurriera porque no les he enseñado a jugar con una línea de ese tipo», admitió. A raíz de la entrada de Krutxaga, los zagueros rojillos sólo se preocuparon de achicar balones sin dirección y ello facilitó el domi- nio de los malacitanos.

A pesar de esta última mala experiencia, Aguirre se basó en la estadística para asegurar que volverá a utilizar esta táctica «si es necesario amarrar el marcador, aunque con menos margen para el final del partido, analizando los errores que cometí y viendo cómo armar el medio campo y si los jugadores utilizados son los ideales».

El míster rojillo aportó el dato de que de siete ocasiones en las que ha empleado esta conservadora estrategia en lo que va de temporada, en seis de ellas ha conseguido resultados favorables y sólo en el del pasado domingo le salió mal la decisión que adoptó.

A su juicio, la diferencia con respecto a las anteriores ocasiones pudo estar en la precipitación por materializar los cambios, cuando todavía faltaban treinta minutos para la finalización del encuentro. «Debí haber esperado más, ver cómo se movía el rival, pensar más en el segundo gol que en mantener la portería a cero. No tomé en cuenta que faltaba media hora», indicó “El Vasco”.

Asimismo, Aguirre volvió a autoflagelarse con la respuesta de la afición en forma de silbidos, algo que fue «merecidísimo», y describió que la gente «estaba sorprendida de las decisiones de su técnico, que no fue listo ni audaz, sino visceral, y debía haber ido a por los tres puntos».

Finalmente, también se refirió a las críticas venidas desde los medios de comunicación, para subrayar que «no harían ningún favor ni a Osasuna ni a Javier Aguirre si las crónicas del partido pusieran que el equipo jugó bien».