Helen Groome - Geógrafa
Ciencia ficción
Parece que determinadas autoridades están empeñadas en formar parte en vida de una historia de ciencia ficción. Desde luego su conexión con la realidad de la Tierra vista por la mayoría de los seres humanos es decididamente meteóricaŠ breve, pero con consecuencias pesadamente fatídicas en muchos casos. Hay cuestiones en las que se empeñan en aplicar principios que pudiesen (o no) estar bien en el Espacio exterior, pero que causan estupor en la superficie terrestre por las consecuencias drásticas que tienen por la propia vida que en ella aún logra pervivir.
En fin, la verdad es que la contaminación transgénica tiene tan poco de ciencia ficción que las propias empresas productoras de semillas están reubicando sus centros de multiplicación de germoplasma, desde los EEUU a Nueva Zelanda, por ejemplo. Pero se reconoce que el problema es tan grave que hasta los bancos institucionales de germoplasma corren el riesgo de contaminarse. La respuesta a esta amenaza a la agrobiodiversidad mundial se las trae. En vez de tomar el camino lógico, barato y con los pies en la Tierra de prohibir los transgénicos y decir adiós al problema, las autoridades, que vienen de Marte de vez en cuando y que naturalmente piensan instintivamente en el lucro a generar con sabias inversiones privatizadoras de dinero público, inician el diseño de un centro de acogida de semillas en peligro de contaminarse (o sea, todas), a ubicarse probablemente en el Artico o la Antártida, en un complejo que encajaría perfectamente en un libro de ciencia ficción y todo esto con la ayuda de unas grandes y muy preocupadas empresas que perversamente lamentan una contaminación transgénica que ellas mismas están generando. Menuda broma sin no fuera la dura realidad.
Al lado de esto, el protagonista de otro cuentito de ciencia ficción parece perder interés, aunque demuestra a la perfección su procedencia extraterrestre. Una semana después de la presentación pública de un estudio que revela contaminaciones por transgénicos de hasta un 12% en cultivos no transgénicos de maíz en Aragón y Cataluña, aterriza en Viena el Ministro de Agricultura supuestamente del Estado español, pero habitante habitual del Espacio exterior, y en una reunión sobre la posible coexistencia de cultivos genéticamente modificados y no GM, declara que no le constan casos de contaminación transgénica en el Estado español. Quizá este ejemplo sea más del género del pulp que de ciencia ficción. -
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