Raimundo Fitero
Envenenadas
Lo recuerdo muy bien: apareció con Pepe Navarro y en apenas unos meses se convirtió en una estrella mediática. Después llegó el silencio. Nada anormal. Si nos ponemos a mirar los vídeos veremos cómo cada mes suben y bajan personajes televisivos y mediáticos desde el menos cero al más mil, y retornan con la misma facilidad. El monstruo requiere de una ingesta desmesurada de cuerpos y almas en pena, de seres con necesidad de llegar a sentirse alguien por la simple presencia en el televisor. Es como las antenas de los cuernos, que no son nadie sin el aparato que la sostiene. Pues hay seres que están convencidos que su existencia vital y económica, solamente se puede conseguir estando en los platós y sus desguaces.
Desapareció en combate y ahora ha vuelto a las pantallas con muchos más kilos, más silicona en los labios y una cara de extrema tristeza. La pasean por los programas más infames, se aprovechan de ella, y ella, me supongo, está recogiendo una colecta de dinero para poder convertir lo que le queda de su cuerpo en algo vendible. Ha estado en la cárcel y habla de violaciones consentidas por el funcionariado, de maltrato, de asuntos que pueden entenderse de muchas maneras, pero que reflejan unas condiciones talegueras que pueden ser muy verosímiles. La Veneno sigue siendo un muñeca hinchable, hinchada, un juguete muy roto, que intenta sobrevivir arañando minutos en los programas más carroñeros de nuestras televisiones. Y recibe interrogatorios absolutamente demenciales y denunciables. Y le montan números de circo con conexiones con su familia. Todo muy envenenado. Todo por la pasta. Es como si no pudiera medirse a este ser humano con unas reglas limpias, sin encono ni aprovechamiento. Apunto lo que noto desde la distancia: me recuerda a Karina, me parece que más que una persona es una depresión con los labios inflados y alguien a quien le daría mi abrazo humanitario, le pondría un disco de Bambino y le invitaría a unas gambas peladas. Quienes la utilizan de nuevo en televisión de estas maneras tan horrendas son violadores capados de sus órganos de conmiseración. Escoria envenenada por toxicidades catódicas. -
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