Iñaki Altuna
Militante de ETA
No puedo contarme entre quienes conocieron en profundidad a Jokin Gorostidi, pues sólo lo traté en un tiempo. El suficiente, eso sí, para apreciarlo. Las palabras que de él he oído estos días son palabras hermosas, que merecen ser escritas en mayúsculas, y utilizadas sólo en contadas ocasiones. En este pueblo no solemos echar mano de ellas con ligereza, porque no nos gusta desgastar su significado de forma vana, en lisonjas y adulaciones. Pero, en este caso, quienes lo conocieron bien dicen que están más que justificadas: humildad, coherencia, entrega y dignidad. Jokin Gorostidi no tuvo una vida fácil, y en sus últimos días ha tenido que volver a sentarse en el banquillo de los acusados de los tribunales españoles. Ha sido perseguido, pero no sin motivo, hay que reconocerlo. Hasta que la salud le aguantó, mantuvo una actividad política incansable, desde la acción guerrillera y clandestina en el franquismo hasta la actividad pública tras la reforma de aquel régimen. Durante todo ese tiempo, los suyos le han apreciado, y sus enemigos, vilipendiado. De todo ese bagaje, creo saber, después de haber tenido ocasión de entrevistarle en el vigésimo aniversario del Proceso de Burgos, que de algo estaba realmente orgulloso. De su militancia en ETA. Puede parecer increíble al oír los duros epítetos que de forma constante se lanzan contra esta organización y sus miembros, como asesinos, terroristas, alimañas... Pero, así es, Gorostidi sentía como un honor haber militado en ETA. Eso, creo, merece una reflexión algo más profunda sobre el fenómeno de esta organización que la de quienes la presentan como una minoría violenta sedienta de sangre. Una reflexión que engarza directamente con el porqué del conflicto y con el cómo de su resolución. No estamos, como reconociera Arzalluz en unas conocidas declaraciones, ante un grupo de forajidos. Por coincidencias de la actualidad, Arnaldo Otegi ha sido condenado ahora por participar en un homenaje a otro histórico militante de ETA. Precisamente ahora, uno de los principales interlocutores para un proceso de resolución está siendo perseguido con saña. Quizá, quién sabe, en esa verificación a la que tanto alude el Gobierno español, pretenden incluso que la izquierda abertzale repudie a Argala y Gorostidi. Sería una forma como otra cualquiera de decir que no habrá tal proceso. -
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