Jon ORMAZABAL

Praga

Salvando las enormes distancias entre una competición deportiva y un conflicto político como el que sufre Oriente Medio, el Baskonia espera llevar a buen puerto su «intifada» particular ante el todopoderoso Maccabi. Con una relación de fuerzas mucho menos desequilibrada que la de entre las piedras palestinas y las armas de última generación judías, el equipo gasteiztarra quiere dar otro paso más en su consagración continental con otro triunfo histórico que le lleve a su tercera final de la máxima competición continental, para lo que deberá eliminar al equipo que ha ganado con autoridad en las dos últimas temporadas.

Además de una enorme plantilla, el Maccabi juega con el peso de la historia y con una marea amarilla de aficionados que llenará el Sazka Arena, pero el Baskonia cuenta con ese carácter y esa capacidad de superación claves en su crecimiento de los últimos años, refrendado con la gran hazaña del OAKA. El factor mental debe ser otro aspecto a favor para los gasteiztarras, ya que el equipo hebreo es la última bestia negra marcada a fuego en la memoria baskonista, después de haber profanado en las dos últimas temporadas los templos del Olympisky Arena y el OAKA. Yes que, además de la derrota en la final del año pasado, en Gasteiz todavía escuecen las dos veces en las que el equipo israelí los apeó en el último trayecto, especialmente aquella en Gasteiz en la que el Mossad tomó Zurbano e impidió que el público gasteiztarra se expresara libremente.

Independientemente de que en Tel Aviv echen mucho en falta a Sarunas Jasikevicius, MVPde la final de la temporada pasada y haya analistas que opinan que la pérdida del base lituano ha mermado mucho a los maccabeos, el Baskonia deberá poner toda la carne en el asador para soñar con su segunda final consecutiva, e impedir así que el Maccabi pueda igualar la marca de aquel mítico equipo de Split que, también vestido de amarillo, ganó tres ediciones consecutivas a finales de los ochenta y comienzos de los noventa con Perasovic e Ivanovic en sus filas.

Sin Saras al mando de la nave, dos son los nombres que sobresalen especialmente en la amplia plantilla amarilla, el alero Anthony Parker y el pívot Vujcic. No obstante, el elenco de jugadores que completa estas referencias ofensivas y defensivas no puede pasarse por alto, ya que atesoran toda la calidad que se le presupone a un bicampeón continental.

El brillante pero algo egoísta Salomon es el base sobre el que ha recaído la responsabilidad de hacer olvidar a Saras. Siendo un gran anotador y un intenso defensor, el estadounidense es un jugador algo irregular, al que muchas veces se le acusa de jugar mucho para él mismo, de no conseguir engrasar la maquinaria como lo hacía Jasikevicius, así como de no ejercer el papel de líder que asumía el lituano en los momentos difíciles.

El relevo del lituano tiene dos buenos sustitutos en la posición de escolta que reparten sus minutos, el veterano Derrick Sharp y el siempre importante Tal Burstein.

Parker, referencia

Dentro, el poder reside especialmente en el referente Nicola Vujcic, el hombre que encarna el espíritu del equipo y el pívot con más minutos sobre la cancha. Su juego es espectacular, y el Maccabi pasa casi todos los ataques por sus manos, ya que es un gran asistente. El croata tiene un gran complemento en el atlético Maceo Baston, un jugador que destaca especialmente por su capacidad atlética y que es uno de sus ejes defensivos.Thomas es ya un poco más irregular.

Oídas así, las armas maccabeas parecen muy potentes, pero seguro que el Baskonia no se rendirá fácil.