Aaron CIECHANOVER | Nobel de Química 2004
«No investigo para prolongar la vida, aunque aporto a la salud pública»
Israelí. Estudió Medicina en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se doctoró en 1981, tras cuatro años de trabajo en común con Avram Hershko en el Instituto Tecnológico de Israel. En 2004 obtuvo el Nobel de Química. Acaba de estar en la capital bilbaina invitado en el ciclo de conferencias del BBVA.
Hasta principios de los 80 se pensaba que la
destrucción de las proteínas celulares era un proceso de limpieza, no específico
y terminal. La comunidad científica había estado más centrada en aquella época
en la interpretación del código genético y su traducción al genoma. De alguna
manera, Aaron Ciechanover, junto a Avram Hershko e Irwin Rose, trabajaron contra
corriente y descubrieron uno de los procesos cíclicos más importantes de la
célula: la degradación regulada de las proteínas mediante la ubiquitina. La
célula controla un buen número de procesos centrales mediante la ruptura de
ciertas proteínas y no otras. Veinticinco años más tarde, recibieron el Premio
Nobel de Química por ello.
¿Fue una evolución lógica el conocimiento total del genoma, de forma previa al descubrimiento de las ubiquitinas?
En realidad son dos historias paralelas. El descubrimiento del genoma se llevó a cabo de manera independiente. El aporte que hicimos, en realidad, fue el descubrimiento del abecedario de cómo funcionaba el mecanismo básico de esta vía de degradación. El genoma aportó toda la colección completa de moléculas que intervienen en este proceso de degradación. En realidad, yo identifiqué las primeras y, una vez conocido todo el genoma, pudieron identificarse todas las familias de proteínas implicadas en este proceso de degradación.
¿Fue revolucionario su descubrimiento, según el cual, las células se deshacen de ciertas proteínas que no le son útiles?
Es un sistema bastante revolucionario porque participa en muchos procesos celulares. La vida misma de la célula está condicionada por la acción de esta vía proteínica, en el sentido de que dicta en qué momento las células tienen que dividirse y cuándo tienen que morirse. Si las células tiene que vivir cuarenta horas y también dividirse, en este mismo tiempo, dos veces, si hay más divisiones de las requeridas se daría una acumulación de células. En realidad el cáncer es esto, es un balance. En un momento dado, este equilibrio entre células que se dividen y células que mueren tiene que ser constante para poder renovar el tejido. Si la renovación de las células es más importante que la muerte, genera un problema en el organismo: un cáncer, un tumor.
¿Es cuestión de equilibrio?
Se puede poner el ejemplo de un coche. Para que vaya a 100 km/h de velocidad controlada, cuando se apoya el pedal de aceleración debe haber un cierto número de proteínas que regulen la aceleración de las células, tiene que haber un grupo de proteínas que frenen el vehículo, en este caso, las células. Este equilibrio entre aceleración, inyección de gasolina y frenado es lo que permite regular la velocidad de 100 km/h. Si destruyes las proteínas que te permiten frenar, tendrás una división celular mucho más grande y una velocidad de división también mayor y descontrolada. Debe haber comunicación entre aceleración y frena- do para mantener un equilibrio compatible con la vida. La desregulación genera problemas.
Su investigación está sirviendo para obtener medicamentos contra el cáncer. ¿Le preocupa el envejecimiento o las condiciones en que envejecemos?
En realidad esto tiene implicaciones en terapia y el hecho de tratar algunos problemas de salud pública ahora bastante comunes, como el cáncer, va a permitir que la gente llegue a vivir más años. No me considero alguien que investiga para extender la vida de la gente, yo adquiero conocimiento, descubro y si eso tiene alguna aplicación en salud pública, muy bien. El millonario que tiene cinco millones quiere tener diez y quien vive cien años va a querer vivir doscientos. No investigo por dar gusto al público, lo hago porque lo considero necesario, estoy por el descubrimiento del conocimiento.
Hablamos, en Occidente, de medicamentos contra el cáncer para vivir más de cien años, mientras en el resto del mundo mueren millones de personas por gripe o sida...
Es bastante complicado. Existe esa polaridad, en Occidente nos preocupamos por extender la vida más allá de los cien años, mientras en otros lugares mueren de enfermedades infecciosas. Con lo que va a costar aquí poner un paciente en un hospital, con su tratamiento se puede dar de comer a 5.000 niños en Africa. Desconozco si va a haber justicia en la división de la riqueza y si se va a corregir que los niños se mueran de hambre en Africa, ya ni siquiera por una enfermedad infecciosa. No sólo se trata de la polaridad de la riqueza, sino también de buena voluntad, la democratización de los pueblos. Se trata de que países ricos que han invertido y logrado obtener conocimientos para solucionar enfermedades compartan esos conocimientos y enseñen a estos países a salir adelante.
¿Qué ha ganado y qué ha perdido con el Premio Nobel?
Le encuentro más aspectos positivos. Ganas mucho en confianza, en la medida en que puedes hablar y decir lo que quieres. El comité que da los premios crea iconos, de alguna manera, y el público lo asume. No un símbolo en cuanto a ser alguien superior, sino una especie de embajador, en este caso de la ciencia y la tecnología, para desarrollar la educación y generar iniciativa y gusto, desde edades tempranas, por investigar. Te da una especie de micrófono, con el que eres escuchado. Esta vida te hace perder contacto con la familia, pero, tras el premio, la nueva situación también te permite viajar, encontrar gente, discutir y descubrir culturas. Por eso acepté venir a Bilbao. -
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