Platicaba el finde pasado con un amigo ministro en una aldea poblada por ininteligibles seres que, haciendo de la distancia geográfica un bunker, resisten ante el invasor defendiendo sus tierras. Lástima no hayan tomado conciencia de que también invadieron nuestros cerebros, de que también invadieron nuestros corazones, de que invadieron, por tanto, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos para, con los españoles es así, imponernos los suyos. Por hablar que no sea, y hablablando, hablablando, claro está, también en nuestra conversación salió el tema del diálogo, que así se le llama ahora a lo que antes se le decía «la movida». Fue mentar Barañain y cagarla. ¡Dos por uno! Comenté las sospechas que en forma de sombra planean sobre el ferretero-alcalde y su seguro o, lo que viene a ser lo mismo, que la petaron ellos para torpedear el «proceso» y de paso sacarse unas perras. ¿Será cierto? Quizás nunca se sepa. Otra cosica va a ser ver quién se come el marrón. Esa sí me la sé.

Pero ni a mi compi el ministro ni a nuestro tercer interlocutor, un bertsolari con nombre de ciclista, les interesaba mucho mi perorata. Haciendo honor a su condición de humanos, querían hablar ellos, no que les hablaran. Callé, pues ­por hacerme el majo­ y, no te lo pierdas, callado descubrí que cuando alguien nos habla, si nosotros, en lugar de pensar en voz baja lo que cuando calle le diremos, callamos, es posible escuchar sus palabras. Palabras que conforman frases, frases incluso con sentido. Sentido común. «No me extrañaría que la chavalería volviera a utilizar gasolina. El alto el fuego lo anunció ETA, nadie más. Y aquí nada ha cambiado a nivel represivo, nada. Cada cual es libre de luchar a su manera si la lucha es verdadera». Lo dijo y calló también. Se apresuró el tercero entre caña y caña a responder a lo que nadie acababa de preguntar: «Pero ¿cómo nos vamos a fiar de una gente que formó los GAL, de gentuza como los Txiki Benegas o Ramón Jáuregui? ¿Fiarnos de cobardes trepas cual Don Odón o Denis Itxaso? Bufff! Yo esperanza tengo toda», sentenció el fiera de mi amiguete, «confianza en el PSOE, ninguna». Calló también él. Tres silencios se sumaron intentando imaginar diálogo. Pronto tembló una voz: «¿Estaremos aceptando una derrota digna?». Otra, firme, la aplacó: «No. Del PSOE no me fío, pero si tengo esperanza es porque tengo fe en...». En ella y ellos. Y en su pueblo, que somos nosotras y nosotros. -