Están ofendidos los empresarios que adueñándose de los bienes ajenos y con un mínimo de inversión expolian las riquezas en Bolivia u otros países. Hasta tal extremo llega la ofensa del indígena Evo, que hasta el Gobierno del país vecino colonizador ha tenido que intervenir citando derechos ancestrales, razones económicas de liberalización y desarrollo, y la necesidad de inversiones extranjeras para que el Estado rebelde avance.
Los que esquilman la selva, la naturaleza y a sus habitantes extraen riquezas incumpliendo normativas medioambientales, y ahora nos trasladan su pesar, ocultándonos sus ganancias millonarias y nulas inversiones en estos países con deudas económicas de por vida. Así, UNICEF alerta del riesgo que corren más de 600.000 niños bolivianos por la desnutrición que sufren ¿Cómo es posible que países con tanta riqueza no despeguen económicamente?
Las empresas y empresarios del llamado primer mundo que se burlan del humilde nos cuentan historias invendibles que reflejan hasta lo absurdo la vida de multimillonarios criollos o de residentes en barrios elitistas, pero nunca la vida del indígena, del enfermo, de la persona de color, del menos agraciado físicamente o del campesino.
Pero lo grave es que el Gobierno de España, cuna de conquistadores, haya ido a reclamar cuentas y razones y haya amenazado con actuaciones posteriores en defensa de la multinacional Repsol YPF. Esperemos que en el llamado proceso por la paz de esta tierra no actúen con tanta soberbia.
Y si dicen que para que el país avance son necesarias las inversiones extranjeras, cabe preguntarse ¿qué hicieron hasta ahora? ¿Robar, expoliar y dar limosna con el beneficio multimillonario obtenido?
Con el dinero de la riqueza se podría desarrollar un país desde la visión de quien lo habita y seguro que hoy en día no estaríamos hablando con tan poco respeto de Evo Morales por su condición de trabajador e indígena o por sus jerseys, como si quien lleva traje y corbata fuera por ello respetable.
Están desbordados los usureros que acumulan más y más riqueza, reclaman sanciones y cuitas sin querer ver que muchos deseamos que esto tenga un arreglo, que el reparto sea más equitativo y respetuoso con el medio; se han equivocado una vez más al pensar que los demás no razonan y ellos pueden hacer y deshacer vidas ajenas.
La crueldad de quienes potencian que en el mundo muera gente de hambre o de enfermedades fácilmente tratables, que desaparezcan pueblos y culturas, de quienes venden armas y crean guerras, de quienes nos venden valores de belleza discriminadores o potencian falsas éticas, no tiene límite. Es justo por ello que sea alguien o todos quienes intentemos cambiarlo. -