Ricardo Murias - Licenciado en Ciencias Económicas y Derecho
¿«Quosque tandem»,Balza?
Casi cuatro años han transcurrido desde que un 29 de septiembre, en 2002, entraste en nuestra casa y aún no te has ido. Ni, por lo visto, tienes intención de hacerlo. Como una garrapata sanguinolenta, sigues aferrado a nuestras vidas, ni con el agua hirviendo de nuestras denuncias logramos que te despegues, que nos dejes en paz.
Aquella noche de San Miguel a las cuatro de la madrugada una voz de cipayo nos despertó para comunicarnos que tenías a nuestro hijo retenido en tus dependencias de Beasain. El chaval había salido de casa para acompañar a los fami- liares de un ser querido que acababa de morir, Hodei Galarraga. El acto religioso había transcurrido pacíficamente. Una vez finalizado, centenares de personas se dirigieron a sus coches, para regresar a sus casas. Pero allí, sin que nadie les invitara, oteando, embozados, provocando, les esperaban tus mastines. Y pasó lo que sucede siempre que salís de cacería. Cuatro verdades dichas en voz alta, carga premeditada, carreras, barricadas y cascotes defensivos de adoquín. Como te exigen trofeos, os llevasteis a los cuatro que peor se escondieron ante la carga, entre ellos a nuestro hijo. La acusación: desórdenes públicos. La petición: año y medio. En las diligencias leo que tus cipayos reconocieron, repetidas veces, que no podían concretar si los detenidos habían participado o no en la trifulca.
Tales declaraciones, la negativa de los retenidos y, sobre todo, el paso del tiempo, nos hizo pensar que el caso estaba archivado, por su evidente inconsistencia. Lo único que nos preocupaba era que habías marcado para siempre con una cruz roja nuestras vidas. Tardamos muy poco en comprobarlo.
Sólo unas semanas más tarde, te lo llevaste, lo incomunicaste, lo torturaste y lo entregaste, acusándole de más acciones que las que se habían cometido en los últimos años cuatro años. Se nos obsequió con unas condenas que sumaban 31,5 años. De entremés, el accidente en un traslado, con guardia civil muerto, el amago de linchamiento, una neumonía y nuestro accidente bajando La Brújula nevada. ¿Eres capaz de ponerte en nuestro lugar?
El chaval salió libre porque la casualidad y una monumental metedura de pata tuya nos permitió probar que no podía estar allí donde, bajo tortura, habías conseguido que dijeran que estaba. En lugar de reconocer tu error, de pedir dis- culpas, no a nosotros sino a tus votantes, y de dimitir para poder ser juzgado, intentaste ocultar a la Audiencia la prueba que nos salvaba y que sólo tú creías poseer, la presencia de nuestro hijo en el accidente de Zuia.
Pero hay más. Tras dos años y medio encarcelado, una vez libre, cuando estábamos el chaval y yo a punto de prescindir de los sicólogos que nos habían asistido, nos llega la citación, casi cuatro años más tarde, para responder por lo que creíamos ya caso archivado, el funeral de Hodei. Ya no es sólo por desórdenes públicos como antaño, sino que añaden, sospechosamente, delito de atentado consiguiendo aumen- tar la petición a tres años y medio. ¿Me sigues?
Al juicio mandas a testificar a cinco de tus chicos. Tampoco pueden acreditar que los imputados participaran en el alboroto y así lo confiesan. Uno de ellos, sin embargo, venía esta vez con la lección aprendida, nos traía la sorpresa. En voz muy alta, argumenta que los acusados tenían que haber participado necesariamente en el tumulto porque él les vio correr a esconderse y sólo eran cuatro. El abogado, entonces, solicita que se lean las declaraciones que ese mismo sujeto había hecho cuatro años antes. Las lee el juez y en ellas aseguraba que serían unos cincuenta los que corrían.
Y aún hay más. Conoces que he denunciado tu crueldad ante dos organismos cuya misión es investigarla ¡Qué cosas me están contando! Les mientes, les ocultas información, te contradices, te enfangas cada vez que les contestas, les das informaciones falsas, prevaricas. Cuando publique, hoy no tengo espacio, lo que me han confesado, no va a haber cloaca que te acoja. ¿Alguien se cree de verdad que con vosotros se puede ir a algún sitio?¿Se puede hablar de mesas al mismo tiempo que se envían perjuros a los juzgados mientras se nos machaca como tú lo estás haciendo?
Te escribo desde una cama de hospital, aquejado de una dolencia de pronóstico reservado. Tu inhumano acoso y la cara dura del consejero Inclán, ese dandi de la medicina contra el que preparo demanda por negligencia grave, sois los principales causantes de nuestras desgracias. ¿Podrá tu familia ponerse algún día en el lugar de esas otras familias que, por culpa exclusiva de tus torturas, tienen a sus hijos encarcelados, algunos a perpetuidad?
Nota: No hace ni dos minutos, cuando estaba a punto de enviar este escrito al periódico, que nos ha llamado Ainhoa Baglieto, nuestra abogada, para comunicarnos, sorprendida, que hay veredicto y que, aunque recurrible, es condenatorio. Pero de esto trataremos en la siguiente próxima entrega, cuando obre en mi poder la sentencia. -
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