A este paso, los dirigentes de PP y PSOE van a llegar a compartir las tesis más estrambóticas de Sabino Arana respecto a la caracterización del pueblo vasco. A fuerza de diferenciar radicalmente el «problema vasco» de cualquier otro conflicto político que se registra, o se haya registrado, en el planeta, acabarán compartiendo mesa y mantel ideológicos con el fundador del PNV.
Es evidente que lo que sucede en Euskal Herria no es trasladable a ningún otro escenario político-social sin tener en cuenta las especificidades propias de cada nación y sin examinar las raíces que han dado lugar a este conflicto histórico. Pero no es menos cierto que esas peculiaridades no nos hacen únicos ni, mucho menos, nos convierten en extraterrestres.
«El País Vasco no es Irlanda», repiten una y mil veces los adalides del unionismo español en Euskal Herria;incluso, en los últimos años se ha llegado a escuchar a los representantes del PP contraponiendo la trayectoria del IRA a la de ETA.
«Esto no es Catalunya», se atreven a decir, incluso, muchos dirigentes de PSE y PSN cada vez que se les pone contra las cuerdas en el ring dialéctico recordando que el PSC defiende, a capa y espada, que Catalunya es una nación y que su ciudadanía tiene derecho a decidir su futuro, aunque luego, apoyados por los «posibilistas» de CiU, diluyan esas aspiraciones en un descafeinado pacto con esos barones que no quieren ver a su España «ni rota ni roja».
Y como era de esperar, a falta de apenas unas horas para que en el seno de Europa se lleve a cabo un referéndum de autodeterminación, Patxi López, entre otros, ha saltado a la palestra para subrayar que «Montenegro y Euskadi no tienen nada que ver». Se le podría replicar que Euskal Herria y Montenegro están ubicados en el mismo continente, que ninguna de las dos naciones está reconocida internacionalmente ni como estado ni como colonia, que ambos son países con población y extensión reducidas (si nos permiten «compararlos» con los grandes estados) y que, lo que resulta más que evidente, en ambos hay colectivos sociales y políticos que defienden la opción independentista.
La gran diferencia, a día de hoy, es que Montenegro ya ha visto reconocido su derecho a decidir libremente su futuro. -