CANNES
La cinta de Ken Loach acomete la ambiciosa tarea de explicar el origen de uno de los conflictos que han marcado la historia europea, el que ha enfrentado a Gran Bretaña e Irlanda, para lo cual se remonta a los años veinte del siglo pasado.
Loach (Nuneaton, 1936), tan claro en las ruedas de prensa como en pantalla, recalcó ayer en la presentación de su nueva película que «siempre es buen momento para una cinta que indague por qué comenzó la violencia».
«Siempre hay lugares ocupados», recalcó el cineasta británico, quien recordó que actualmente hay «tropas británicas en una ocupación ilegal en Irak y la gente siempre se resiste a situaciones así». Respecto a la invasión de Irak en 2003, Loach lo tiene claro: «Es obvio que fue ilegal, vulneró la Carta de las Naciones Unidas, se basó en mentiras y es totalmente indefendible», denunció.
El director inglés asume que hacer cine político implica asumir riesgos, pero «hacer películas es un negocio arriesgado».
La acción de la película trascurre en el período posterior al final de la primera guerra mundial. Es la acción brutal de las fuerzas británicas la que empuja al protagonista de la historia, Damian (Cillian Murphy) a enrolarse en las fuerzas de resistencia al poder británico. «Es esta acción brutal según dijo Ken Loach en rueda de prensa la que ha favorecido el refuerzo de la resistencia contra el ocupante inglés, tanto en sus versiones moderadas como en las más extremistas».
Loach realiza un cine modesto, con medios limitados, sin a penas reconstrucción histórica, pues la acción transcurre en una zona enteramente rural.
Lou y su ‘‘Summer Palace’’ fueron duda hasta última hora, a la espera de que las autoridades chinas permitieran exhibir esta rara avis en el cine del gigante asiático, profusa en escenas sexuales y que toca la sangrienta represión en la plaza pequinesa de Tiananmen en 1989. Finalmente fue posible verla en el certamen más famoso del mundo, a pesar de los espectadores acabaron roncando o consultando sus relojes con angustia.
Una posible explicación es que la película de Lou Ye, una historia de amor que transcurre entre 1988 y 2003, da la sensación de desarrollarse en tiempo real, pese a que los datos de proyección aseguran que «solamente» dura dos horas y veinte minutos.
Parte del desconcierto puede venir de la extraña estructura. Porque el caso es que empieza a buen ritmo.
Lo cierto es que el clímax de la película llega hacia la mitad, con lo que el restante cincuenta por ciento de la misma es un lento descenso hacia el sopor, a pesar del encomiable trabajo que realiza su actriz protagonista, Hao Lei.