Dimensiones: algo más que territorio y número de habitantes
Iñaki SOTO | Director de GOGOETA XXI

Dentro de los procesos de autodeterminación, las dimensiones del pueblo que pretende conseguir la independencia son siempre objeto de debate. Los defensores del unionismo y los burócratas encargados de mantener el estatus quo argumentan que un proyecto estatal no es viable a menos que tenga unas mínimas dimensiones territoriales y demográficas. Por contra, los independentistas consideran, no sólo que esa clase de proyecto estatal es viable (algo que confirma la estabilidad de los países que consiguieron la independencia hace 15 años, tanto en los Balcanes como en el Báltico), sino que esa clase de estados, con dimensiones y poblaciones reducidas, posibilitan proyectos que serían impensables en estados de mayores dimensiones.

Entre nosotros, Joxe Azurmendi defendió en su libro “Giza aberearen bakeak eta gerrak” que detrás de esta idea está uno de los argumentos más interesantes en favor de la independencia de Euskal Herria. Citando a Voltaire, sostenía que una pequeña república y un imperio no podían ser gobernados de la misma manera. Tomando como ejemplo el caso que nos ocupa estos días, el de Montenegro, es poco probable que el principio de «estado ecológico» que propugna su carta magna hubiese sido ratificada e implementada de la misma manera por la Unión de Estados de Serbia y Montenegro. Un estado pequeño, en términos de realismo político, ofrece posibilidades que están fuera de las posibilidades de una macro-estructura estatal.

Uno de los temas, hasta cierto punto anecdótico, que ha aparecido a raíz del referéndum de Montenegro es el futuro de la selección «nacional», clasificada para el Mundial de Alemania, en caso de que la opción independentista salga adelante. Es evidente que, a pesar de la importancia que ha adquirido el fútbol en nuestra sociedad, el contar con una selección nacional propia no es el argumento de mayor peso para desear la independencia. Por lo menos, comparado con garantizar una mejor distribución de la riqueza, decidir sobre el futuro de nuestra tierra y sus habitantes, desarrollar una cultura abierta al mundo, ejercer la solidaridad con nuestro connacionales o con países en situación histórica de desventaja a los que debemos reparación, aportar nuestro granito de arena a la pluralidad y a la diversidad en este mundo...

Sin embargo, no podemos mofarnos de la importancia que los elementos simbólicos tienen en nuestra vida y en el desarrollo de las relaciones entre los pueblos. Bastante se mofan aquellos que reivindican para sí lo que nos niegan al resto. La vivencia que la mayoría de los catalanes tienen de la copa conseguida por el Barça, el partido que jugarán el domingo las selecciones de Gales y Euskal Herria, la cuestión del futuro inmediato de la selección de Serbia y Montenegro... son expresiones de conflictos políticos que enfrentan la voluntad de los habitantes de naciones sin estado con proyectos hegemonistas.

Un último apunte. Creo que en este viaje a los Balcanes confirmaremos que existen otras dimensiones distintas de las puramente demográficas, dimensiones que son de vital importancia para asegurar la viabilidad de un proyecto nacional. Son las referidas a la dimensión cultural de una nación, a su dimensión política ligada al dinamismo de su sociedad, a la dimensión económica en relación con la soberanía real... Hoy nos dirigimos a Eslovenia, una república que ha demostrado durante estos 15 años de independencia que las dimensiones relevantes para el desarrollo de una nación no son ni el territorio ni el número de habitantes, sino la cohesión conseguida por medio de un proyecto de futuro para el país. Eso es lo que se decidirá el domingo en Montenegro, pero es también lo que deben decidir la sociedad serbia y sus dirigentes para poder construir un futuro más esperanzador para aquella castigada república. Eslovenia tiene cerca de dos millones de habitantes, Montenegro cerca de 700.000 y Euskal Herria no llega a los tres millones. Podemos afirmar que eso, además de no invalidar nuestro derecho a desarrollarnos en igualdad de condiciones con el resto de naciones, nos posibilita hacerlo de una manera distinta. -