Resulta curioso que, paralelamente a este referéndum, los Països Catalans han asistido a otras reformas estatutarias, más concretamente en el País Valencià y en las Illes Balears, y en ambos casos los dos partidos estatales, PSOE y PP, han hecho causa común, mientras que en el caso del Principat, los socialistas catalanes han elegido como aliados a los conservadores locales, CiU.
El final de la campaña ha dejado toda una estela de argumentos superficiales, al tiempo que ha sido incapaz de incidir y profundizar en torno a los temas que de verdad interesan a la ciudadanía. Estas semanas hemos asistido, sobre todo por parte de los defensores del nuevo estatut, al intercambio de acusaciones y de ataques al rival político más que a la defensa del proyecto estatutario.
Casi nadie duda del triunfo del voto afirmativo, pero las dudas se centran ahora en torno al porcentaje de participación y al número de votos contrarios al nuevo proyecto autonomista. Si una parte importante de la población decide no participar (se comenta que el 50% es la referencia), o si el voto contrario al proyecto supera el 25%, los partidarios del sí tendrán que hacer un verdadero encaje de bolillos para mostrarse como ganadores absolutos. Las comparaciones con el anterior referéndum estatutario también constituyen un eje que se tendrá en cuenta.
La mayoría de las encuestas señalan que el desconocimiento sobre el texto y la indecisión son las dos características más importantes en estos momentos. De ahí que los defensores del autonomismo hayan puesto en marcha todos los resortes mediáticos para animar a la participación, y no tanto en explicar el texto en profundidad. Por eso, durante la campaña los ataques a las opiniones soberanistas han sido el eje central de la campaña «sociovergente».
Otro factor que debería preocupar a la clase política es el cansancio, que puede traducirse en una alta abstención. La población del Principat lleva más de dos años asistiendo a un intenso debate en torno al proyecto y en estos momentos buena parte de la misma asiste con estupefacción a una materialización de un proyecto alejado de las expectativas creadas: «nos han estado mareando, tras las ilusiones vemos un texto que muy poco tiene que ver con las miras que iniciaron el proyecto».
De ahí que buena parte de la oposición al proyecto autonomista señale la «decepción» como uno de los términos más utilizados a la hora de definir el texto que salió «cepillado» de Madrid. Una de las fotografías que pueden salir tras el resultado de hoy nos mostrará una importante abstención, un sí que difícilmente reflejará entusiasmo popular, un anecdótico voto negativo del españolismo y, finalmente, un importante voto contrario que engloba al soberanismo político catalán y que puede ser el germen que defina definitivamente la posibilidad de estructurar una alternativa soberanista e independentista en Catalunya.
Por todo ello, y a pesar del predecible triunfo del sí, los partidarios del rechazo se muestran optimistas. Para muchos de ellos, a partir de mañana las cosas ya no volverán a ser como antes, la actual clase política puede salir muy debilitada ante la opinión pública catalana y, evidentemente, este nuevo estatuto ya no podrán presentarlo como «el de todos»: además del rechazo de dos formaciones parlamentarias, un alto número de iniciativas ciudadanas también ha mostrado su rechazo. La campaña del no ha conseguido aglutinar a gente de diferentes ideologías y, con la excepción de la casi anecdótica presencia del PP en el Principat, la mayoría de ellos tiene el tronco común del soberanismo político.
La opción que puede ir gestándose desde ahora señala claramente que las reglas del juego deben cambiarse, que ha llegado la hora de no seguir mendigando en Madrid, algo que los conservadores autonomistas de CiU llevan haciendo desde hace mucho tiempo. Por eso, este estatuto «no es la solución» y, como señala un analista catalán, «vencer y convencer no es lo mismo».
Sectores importantes han percibido que la reforma significa más de lo mismo, hipotecar el futuro de las generaciones venideras a los designios del gobierno de turno en Madrid y mantener un status quo del autonomismo que continúa llenando sus propios bolsillos a cambio de permanecer sumiso a la voluntad del Estado.
La clave electoral en la que probablemente se introducirán los partidos políticos a partir de mañana será otro factor a tener en cuenta tras el recuento. Algunos deberán explicar entonces las «cualidades» que defienden del texto estatutario surgido de Madrid. -
(*) Txente Rekondo: Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)