Tengo un amigo que cuando llegan estas fechas adquiere un aire que es una mezcla de enterrador y familia del difunto. Se dedica al noble arte de la enseñanza. Imparte clases de Filosofía. Y estos días hace balance del desarrollo del curso escolar, pone las notas. Cada año que pasa lo veo más apesadumbrado. Está convencido de que lo que enseña se la trae al pairo a la mayoría del alumnado. Dice que la mayoría de los jóvenes toman su asignatura como un conjunto de datos a memorizar durante las horas previas a los exámenes sin importarles su contenido y sin entender nada.

Le respondo que eso es imposible, que la educación ahora es diferente a la que sufrimos en nuestros años. Recibo de él una mirada mezcla de conmiseración y lástima. Y empieza a desgranar un rosario de ejemplos de idiotismo moral de muchos de sus alumnos.

­ Mira, Federico, yo doy clases de ética, aquello que decía Sócrates que no se puede enseñar. Lo que les planteo en los exámenes es la solución de un dilema moral, (una situación en la que el beneficio o la desgracia, tanto da, de un individuo entra en contradicción con el grupo). ¡No-loen-tien-den! Cuando leen a ciertos filósofos decir que el bien social está por encima del individual, te miran como las vacas al tren. Para ellos no hay dilema: si está bien pa mí, está bien pal mundo.

Trato de animarle diciéndole que por eso es importante la labor de dotar a los jóvenes de argumentos críticos con el individualismo imperante.

Me vuelve a mirar, ahora ya con auténtica pena.

­ ¡Pero si ahora se chivan al profe de que sus compañeros copian! «Luis, -así se llama mi amigo-, fulanito ha usado chuletas en el examen».

El sexismo, al decir de Luis, sigue imperando a sus anchas en unas aulas en su mayoría homosexuales: los chicos se sientan bien separados de las chicas. Los estereotipos sexuales grabados a fuego: ellos fútbol y competición testicular; ellas trapitos y tirando el bocadillo entero a la basura. Les une el último modelo de móvil.

Vamos ya por el tercer gin-tonic. Me enseña un exámen realizado después de estar hablando más de dos semanas acerca del binomio sexo/género. «La filosofía trata de los maricones y las lesbianas, de que nos educan igual y pasa lo que pasa» (sic).

Otro gin-tonic. Nos echamos a reír.

De todas formas, me dice, también hay chavales y chavalas de puta madre. -