Hace unas semanas se presentaba en Donostia un libro sobre el Movimiento de Alcaldes. Su autor, el periodista Txema Urrutia, así como algunos de los protagonistas directos de aquella época, subrayaron entonces que éste es un capítulo de la historia de EuskalHerria que, por diversas razones, no ha sido suficientemente divulgado. A la hora de realizar una aproximación cronológica, el propio Urrutia reseña que «no hay fecha de un primer contacto, de una primera reunión». No obstante, indica que «el embrión» comenzará a gestarse en la primavera de 1975.
En esa cita se reunirán personas de diferentes municipios, principalmente de Gipuzkoa, que habían llegado al cargo de concejales no sin arduos debates sobre la conveniencia de ello a través de su participación en organismos culturales y sociales. Ese es el arranque del Movimiento de Alcaldes, que se verá reforzado con la llegada a la Alcaldía de alguno de sus miembros en los comicios municipales de inicios de 1976, los últimos de la «democracia orgánica» franquista.
El «primer aldabonazo» retumbó en Bergara el 29 de marzo de 1976, cuando el pleno municipal aprobó un texto reivindicando los fueros de «las provincias vascas de Alava, Guipúzcoa, Navarra y Vizcaya» y acordó remitirlo al rey español, recientemente coronado como sucesor de Franco.
Aquello levantó una gran polvareda y despertó una inusitada expectación en el país. El segundo paso fue una convocatoria a todos los ayuntamientos de Hego EuskalHerria para acudir a Bergara el 21 de julio, cuando se iba a celebrar un pleno extraordinario coincidiendo con el centenario de la abolición de los fueros. El amplio despliegue de fuerzas policiales no pudo impedir que una multitud respaldara a los representantes de 68 consistorios que se dieron cita.
«Es cuando arranca el pueblo vasco después del franquismo en su lucha de recuperación de sus derechos», reseña José Luis Elkoro, alcalde de Bergara en aquel momento.
Visto el éxito, comenzaron a celebrarse charlas explicativas en numerosas localidades. El movimiento iba creciendo y se convocó otra movilización masiva. La cita, en enero de 1977 en Etxarri Aranatz, tenía como objetivos reclamar la amnistía, la reintegración foral y la cooficialidad del euskara.
La prohibición gubernativa y las posteriores reacciones hicieron que el entonces ministro español de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, convocara a los alcaldes a sendas reuniones.
«Como nos quería separar, nos citó a una reunión en Gasteiz para alcaldes de Araba y Bizkaia, y a otra en Pamplona para los de Nafarroa y Gipuzkoa», rememora José Antonio Altuna, de Arrasate. Ante esa estrategia, los electos no acudieron. El ministro reculó y volvió a convocarles a todos en Madrid.
El tema principal fue el de la legalización de la ikurriña. Según narran los electos, el ministro tenía reparos en aceptar que ondeara también en Nafarroa. Tras dos horas de reunión, dio el sí. La izada tuvo lugar el 19 de enero de 1977.
Otro de los capítulos aborda las reuniones de Txiberta, en las que tomaron parte formaciones abertzales y ETA. El Grupo de Alcaldes ejerció, junto a Telesforo Monzón, como promotor de estos encuentros.
José Luis Elkoro explica que «nuestra idea de fondo era la siguiente: los ayuntamientos impulsaríamos la elaboración de un Estatuto de Autonomía en la línea del Estatuto de Estella (1931) pero actualizado. Paralelamente se planteaba también que en la situación existente de presos en la cárcel, partidos sin legalizar, etcétera, no concurriríamos a las urnas si no se solucionaban esos problemas. Lo cierto es que todos estába- mos de acuerdo en esos planteamientos».
El oiartzuarra Iñaki Aristizabal añade que «en lo que más insistía ETA era en defender que si no desaparecían los motivos por los cuales se habían llenado las cárceles, no tenía sentido ir a unas elecciones porque se llenarían de nuevo. Decían que la exigencia de Madrid de que cesaran en la lucha armada sólo se podía dar en una serie de condiciones muy concretas y firmadas por ambas partes».
Pero el PNV se desmarcó y anunció que se presentaría a las elecciones pasara lo que pasara. Aquello terminó, como es sabido, con el Pacto Autonómico y un Estatuto que marginó a Nafarroa y permitió la partición territorial del sur del país.
La lucha por la amnistia
El Grupo de Alcaldes tuvo asimismo una participación importante en la lucha por la amnistía. Como forma de presión, amenazó al Gobierno español con dimitir en bloque si no se liberaba a los presos antes de las elecciones de junio de 1977. Finalmente, el Ejecutivo aceptó, aunque envió a terceros países a algunos de los prisioneros más significativos. Estos, sin embargo, regresaron pocos días más tarde a EuskalHerria.
Tras los comicios, los partidos políticos fueron tomando las riendas de la situación política, y la labor del Grupo de Alcaldes se fue diluyendo. Ellos reclamaban una elecciones municipales democráticas que legitimaran la composición de los consistorios, pero la convocatoria se dilató hasta 1979.
Toda esta labor se produjo en un contexto de intensa violencia. Los integrantes del Grupo de Alcaldes sufrieron detenciones, intentos de secuestro, atentados, amenazasŠ
Txema Urrutia, a modo de conclusión, señala en su libro
que «llegaron a los ayuntamientos empujados desde movimientos y asociaciones
populares (Š). Trabajaron denonadadamente por conseguir que las aspiraciones del
pueblo al que representaban provisionalmente se hicieran realidad». Por ello,
reclama que los partidos, especialmente los abertzales, deberían «tener la
gallardía de reconocer, en su justa medida, la labor política realizada por este
Grupo de Alcaldes». -