Etxerat dio a conocer ayer tres casos que evidencian que las presas y presos políticos vascos son utilizados, no sólo como moneda de cambio al margen de la propia legalidad española, sino también como objeto de las venganzas particulares de funcionarios y policías, consentidas por las autoridades penitenciarias dentro de la estrategia gubernamental de utilización de la violencia con fines políticos. El pasado domingo el preso Isidro Garalde, Mamarru, sufrió un ataque al corazón en la cárcel de Granada. Sin embargo, nadie informó de ello a su familia hasta el lunes. Y fue el hospital, antes que la dirección de la prisión, quien se puso en contacto con su esposa. La mujer y su hija salieron de inmediato hacia el hospital de Granada, pero los policías que custodiaban al preso impidieron la visita y en comisaría no les atendieron por encontrarse fuera de horario de oficina. La familia de Mamarru no pudo estar con él hasta ayer y sólo durante veinte minutos después del viaje desde Ondarroa hastaGranada y tras un ataque al corazón. Además, Etxerat también dio cuenta del trato arbitrario y extremadamente duro que está padeciendo Unai Parot en Navalcarnero y de los problemas que acabaron dejando a la familia de Iñaki Etxeberria sin visitar a su hijo después de haber recorrido 1.235 kilómetros. Este tipo de actuaciones no es que sean únicamente incompatibles con un proceso de paz; son incompatibles con un Estado de Derecho. -