Llegados al ecuador del festival resulta cada vez más difícil elegir al ganador del concurso europeo. Y es que el nivel de la competición de este año está siendo sorprendentemente alto.

El tercer quinteto a concurso, Jazz Kamikaze, ha sido la propuesta más original hasta el momento. Este grupo, mixtura de músicos daneses, noruegos y suecos, sorprendió ya desde su puesta en escena, que incluía pancarta autoalusiva y presentación grabada. Tanto autobombo resultó justificado. Explosivos, eclécticos, imprevisibles, su hábil combinación de estilos cuajó un concierto impactante e innovador. Lo mismo transitaron el jazz rock, con esos rasgueos guitarreros de Daniel Davidsen que recordaban a Zappa, que introdujeron toques new age con pasajes del pianista Morten Schantz cercanos a Wim Mertens o se sumergieron en salvajes improvisaciones free-bop de explosivo, aunque perfectamente medido, desarrollo. Y todo ello de cosecha propia. Más que con sus referencias confesadas este cronista le encontró al quinteto similitudes con Atomic: otra forma- ción escandinava caracterizada por su inteligente eclecticismo, medidos arreglos y energía sin límites.

A continuación, los adalides del jazz flamenco, Carles Benavent, Tino di Geraldo y Jorge Pardo, ofrecieron un concierto tan previsible como resultón. La misma fórmula transitada con soberano acierto durante más de dos décadas, ya sea en el sexteto de Paco de Lucía o en formato de trío, crea una perfecta simbiosis entre estos formidables músicos. Su repertorio de siempre, unido a algunos temas del que será su próximo trabajo discográfico, ‘‘Sin precedentes’’, bastó para entusiasmar a un público entregado. Aunque lleven años repitiéndose a sí mismos, nadie borda la fusión flamenco jazz como ellos. De ahí que sus actuaciones sean siempre bienvenidas.

Horas antes, en la plaza del Getxo Antzokia, el valenciano Albert Sanz y sus Organics alternaron tempos vertiginosos y baladas de acendrado lirismo en una agradable sesión basada en temas propios y standards (de Mulligan, Mingus o Monk, entre otros).

Sanz impregnó todo el repertorio del acento groovy, un tanto retro, de su Hammond y demostró por qué es uno de los mejores jóvenes jazzman del Estado. -

Javier ASPIAZU