Después de la precipitada marcha de Gotzon, Mila decidió también dar un paseo. El deterioro de su relación sentimental era mayor del que pensaba hasta el momento y tomar el aire le ayudaría a aclarar las ideas.

Salió de casa y se encaminó hacía la ermita de Santa Ana. Un paraje tan ligado a sus recuerdos de la infancia sería, sin duda, balsámico.

­Luce linda la tarde, ¿cierto?

­Hombre, Sergio. No te había visto. Pues sí, está preciosa la tarde y he pensado dar un paseo por los alrededores del pueblo.

­Si no le importa, la acompaño un rato. No conozco los arrabales de Uriondo.

­Bueno, no pensaba ir a los arrabales sino a la ermita de Santa Ana. El paisaje es más bonito allá.

El argentinito rió de buena gana...

­Voy a tener que reciclarme en alguna academia porque ya veo que no todos me entienden acá cuando hablo castellano.

­Pero es que tú no hablas castellano, Sergio. Tu hablas lunfardo puro y duro.

­No lo crea. Algunas palabras sí que las empleo, pero si hablara en lunfardo, ustedes no entenderían nada.

Colgar la sotana

Terminada la partida en Ur Gain, Simón se dirigió a la sacristía, tenía que preparar el sermón para la misa mayor del domingo. No acudirían más de cuarenta o cincuenta feligreses, pero le gustaba que sus sermones tuvieran sentido, que explicaran desde su punto de vista religioso la realidad que les rodeaba.

­Cualquier día cuelgo la sotana ­murmuró mientras introducía un folio en el carro de la vieja olivetti. El ordenador de la parroquia seguía estropeado.

También Xuxú regresó a casa. Llevaba ya una semana de vacaciones y aún no había disfrutado de una buena siesta, una de sus grandes aficiones.

Miren se extrañó al verle llegar:

­¿No habías ido a la sociedad a jugar la partida?

­Sí, pero ya hemos vuelto a perder y he preferido venir a echar una cabezadita. No quiero pasarme todas las vacaciones entre la sociedad y los bares.

­¿Una siesta? Me apunto. Pero antes de dormir habrá que jugar un poco, ¿no?

A Xuxú le apetecía más dormir que una sesión de sexo, pero no quiso frustrar la ocasión.

­Pero con poco ruido, ¿eh? Ya sabes que a esta hora se oye todo y no quiero que se me cachondee el vecino.

­¿El vecino? Pues sí que puede decir algo ése. Acuerdate de cuando trajo aquellas dos pelanduscas y el jaleo que montaron a las cuatro de la mañana.

­La verdad es que a ése siempre le ha ido lo de las lumis...

­¿Lumis? ¿Que es lumis?

­Pues eso, mujer: putitas, lumis, trabajadoras del amor... como quieras decirlo.

­Bueno, que le den... Nosotros a lo nuestro.

La siesta se prolongó hasta pasadas las siete y el cachondeo corrió a cargo de Huesitos, que al verles llegar recién duchados y con una sonrisa indisimulada de satisfacción no evitó el comentario:

­¿Qué? ¿Ha habido ‘juegos florales’ o qué? Que no tenéis edad ya para estas cosas...

­Sabrás tú de juegos florales... Ya sabes que la vida no termina a los cincuenta. Es más ahora empieza una nueva etapa, más sosegada, pero no por ello menos interesante.

­Joder, pareces la Lorena Verdún esa de la tele.

Hablar de sexo

Simón no entendía gran cosa del misterioso diálogo cruzado entre Miren y Huesitos.

­Una que habla de sexo en la tele. Normal que tú no le conozcas. No te imagino viendo esos programas.

­¡Anda la osa! ­protestó Simón­ ¿Por qué crees que a los curas no nos interesa también la sexualidad? Somos célibes, pero no extraterrestres.

Gotzon no dejó pasar la ocasión:

­Pues tendrás que reconocer que en eso del celibato, un poco extraterrestres sí que sois.

­La verdad es que yo no soy un entusiasta del celibato, pero eso es lo que hay y ya sabes que en nuestra empresa los cambios son, más que lentos, lentísimos. Todo llegará pero pasarán todavía muchos años.

­Pues los protestantes se lo montan mejor que vosotros. Esos se casan, tienen familia...

­Y no te hablo de los mormones. Esos se casan con varias mujeres.

Huesitos vio que la conversación incomodaba a Simón:

­Lo que faltaba, con varias mujeres. Si aguantar a una es casi imposible, fíjate tú a varias...

La misoginia de Huesitos era casi cómica. Miren y Mila habían renunciado hacía tiempo a reeducar a Luis Mari, así que todos rieron la respuesta de Huesitos.

A la salida del K.O Mila y Sergio se sumaron al grupo.

­Mira, la parejita. ¿De donde venís?

Gotzon trató de disimular, pero había algo mordaz en el tono empleado. A Mila no se le escapó el detalle.

­De Santa Ana. He salido a dar un paseo y me he encontrado a Sergio.

­Es un paraje muy lindo., a pesar de las cosas que allí ocurren. Mila ya me contó su encuentro con un mortadela.

­¿Con qué?

­Un mortadela. Nosotros le decimos así al asesinado, a la víctima...

Gotzon hizo un mohín. No quería volver a oir hablar de aquel asunto y menos aún a un argentino que se acababa de dar un paseo con su mujer. Aprovechó la ocasión para soltar una pulla...

­A todo esto, ¿ya sabéis cuál es la mejor universidad del mundo?

­Pues no...

­Las Aerolineas Argentinas

Sergio no dijo nada. Fue Huesitos el que preguntó:

­ ¿Por qué?

- Porque en Argentina son barrenderos, cajeros de banco o secretarias y cuando salen al extranjero son directores de cine, profesores de literatura o psicoanalistas.

Sergio rio de buena gana.

(CONTINUARA)