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Gara > Idatzia > Kultura 2006-07-06
París expone 160 modelos de Balenciaga

PARIS

París volvió a llenarse ayer de Balenciagas, no sólo en el número 10 de la Avenida Georges V, donde entre 1937 y 1968 tuvo su sede principal el diseñador vasco, y donde la firma mantiene aquella primera boutique, sino en un céntrico museo vecino al Louvre.

Hasta el próximo 28 de enero, un conjunto de 160 modelos de todas sus épocas rinden homenaje, en el Museo de las Artes Decorativas de París, al creador de una silueta femenina precursora, embrión de lo que fue tras él buena parte de la moda de la segunda mitad del siglo XX y también de la actual.

El artista no recibe el homenaje en solitario, pues al mismo tiempo que su obra se celebra al modisto que le sucedió décadas después, Nicolas Ghesquiere, tras la compra de la firma por el grupo Gucci, en 2001.

Talento precoz, Cristóbal Balenciaga (1895 Getaria, Gipuzkoa - 1972 Jávea, Alicante) nació en una familia muy humilde, que vivía del mar, pero muy pronto soñó con vestir a las grandes mujeres de su tiempo.

A los 23 años, en 1918, abrió en Donostia su primera casa de costura, la misma que un año después pasaría a llamarse como él y que en 1931 quebraría, cuando la abdicación del rey Alfonso XIII acabó con la vida en la corte española y con la rica clientela del modisto. En 1937, dejando atrás la Guerra y sus desastres, Balenciaga se fue a París y se instaló en la avenida Georges V, en los 500 metros cuadrados del tercer piso de un edificio en cuya planta baja abriría su primera boutique, años después, ya en 1948.

El creador autodidacto conocía ya muy bien la ciudad, donde había aprendido lo esencial de su arte, por haber viajado a ella con frecuencia para comprar modelos a los grandes de entonces, como Elsa Schiaparelli y Madeline Vionnet, que, una vez de vuelta a casa, deshacía y volvía a construir.

En ese inmueble situado en el actual «triángulo de oro» de París y de los Campos Elíseos, Balenciaga comenzó a recibir a las grandes de este mundo.

Eran aristócratas y millonarias, europeas y estadounidenses, principalmente, grandes actrices también, que en ocasiones llegaban a encargarle hasta 150 prendas por colección, en tiempos en los que la alta costura llegaba hasta el pijama y el salto de cama. En París, Balenciaga había dicho adiós ya una primera vez, tras presentar su colección en el verano del 68 y anunciar de manera irrevocable el cierre de la Maison Balenciaga.

El primer museo en abrirse al universo Balenciaga fue el Bellerive de Zurich, en Suiza, en 1970. Siguieron el Metropolitan de Nueva York y algunos museos de Madrid. El Museo histórico de los tejidos de Lyon tardó una década en hacerlo. Desde hace diez años, dentro de la escuadra Gucci, la firma Balenciaga vuelve a existir en el mundo de la moda.


 
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