La cuarta jornada del Europar Jazzaldia ha sido de transición. Hemos asistido al reflujo de las vivas mareas musicales que han inundado los escenarios del festival a lo largo de los pasados días.
En la plaza Biotz Alai comprobamos cómo el quinteto del trompetista Martin Auer, un grupo muy dotado técnicamente, como todos los que han competido, cedía bajo el peso de la tensión y la responsabilidad. Haciendo referencia a uno de sus temas, “Fundición”, este envarado quinteto teutón hubiera necesitado mucha más espontaneidad y calidez para fundir cualquier reticencia y convencer por completo. A destacar su labor compositiva, con temas complejos, cambiantes, de largo aliento y elaboradas armonías. Aun así, faltos de la garra suficiente, no han sido rivales para otros grupos a concurso como el quinteto de Magnus Mehl o Jazz Kamikaze, claros vencedores del certamen.
La siguiente cita fue con uno de los guitarristas fundamentales del jazz europea: Philip Catherine. Quien fuera motejado por Mingus como «joven Django» es hoy un provecto sesentón que conserva todavía el humor y las maneras de un adolescente. Sin embargo, su música o, al menos, el repertorio elegido para esta ocasión, ha acusado peor el paso del tiempo.
Fue una amable y, hasta cierto punto formularia, revisión de standards y temas célebres de su propio repertorio, casi todos tempos medios o baladas. Y aun sirviendo como muestra del estilo totalizador de un guitarrista superlativo (que ofreció momentos de swing cercano al de Django Reindhart junto a pasajes próximos al jazz fusion con el uso del loop y la reverberación) su actuación discurrió por cauces rutinarios.
Por la tarde, en la Plaza del Getxo Antzokia, pudimos escuchar a los bilbainos hermanos de Diego. Tanto los temas de su última grabación, en directo en el BJC, como los nuevos: “El gorroncho del Rabal” o “Blues for Jone”, sendas dedicatorias a músicos y familiares, suenan como recién salidos de un disco sesentero de la Blue Note. Fieles a los clásicos del hard bop, hacen una música sin excesivas pretensiones (¿para cuándo proyectos más ambiciosos? habría que preguntarles), como no sea la de divertir a sus oyentes. Algo que consiguieron, sin duda. -
Javier ASPIAZU