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Gara > Idatzia > Mundua 2006-07-09
Resistencia y ocupación en Palestina
Ismail Haniyeh propone un alto el fuego que Tel Aviv desprecia desoyendo a la izquierda
·la ofensiva militar causa al menos siete muertos en la franja de gaza, tres de la misma familia

El Gobierno de Israel contestó ayer con su arrogancia habitual a una oferta de alto el fuego del primer ministro palestino Ismail Haniyeh, diciendo que no cesará en su ofensiva militar en Gaza hasta que el soldado israelí Guilad Shalit sea puesto en libertad. El Ejecutivo de Olmert ha desoído a los miles de personas que en todo el planeta están exigiendo poner fin a las masacres, incluidos israelíes como el grupo Paz Ahora, que estima que la reacción de su Gobierno «es un error crítico» tras el que «todo puede volverse contra Israel, ponernos en problemas y poner en peligro a los soldados».

GAZA

Una niña palestina de seis años, su madre y su hermano fueron ayer las últimas víctimas de los militares israelíes. Un proyectil alcanzó su casa, situada al este de la ciudad de Gaza. El Ejército de Israel se apresuró a negar responsabilidad alguna, pero nadie les cree en el lugar. Eran los últimos muertos de un día en el que Hamas hizo una oferta hacia la paz y Tel Aviv dio pasos para alejarla.

El Gobierno palestino pidió un alto el fuego que ponga fin a la ofensiva israelí y a las respuestas palestinas. «Si queremos salir de la actual crisis, es necesario que volvamos a la calma, desde la base de una detención mutua de las operaciones militares», indicó el portavoz del Gobierno, Ghazi Hamad, en representación del primer ministro, Ismail Haniyeh. Asimismo, Hamas urgió a Israel a reabrir las conversaciones y negociaciones en torno a la captura del soldado.

El portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Mark Regev, insistió en que Hamas debe liberar al soldado y detener el lanzamiento de cohetes Kasam sobre Israel como primer paso.

Entretanto, las tropas israelíes se retiraban por la mañana del norte de la franja de Gaza y volvían a Israel, después de días de intensas operaciones en las que no han avanzado en la consecución de sus objetivos declarados. La retirada dejó un reguero de destrucción en Beit Lahiya. Los tanques derribaron muros de edificios, postes de electricidad y levantaron el asfalto en muchos puntos de sus calles. Los lanzamientos de misiles palestinos no han parado.

Tropas israelíes abrieron un nuevo frente en el este de la franja, iniciando combates con milicianos en las cercanías de un barrio residencial próximo a la Ciudad de Gaza. Los israelíes, con al menos 15 tanques, entraron por el cruce comercial de Karni y se aproximaron a sólo 500 metros de la ciudad. Después, las fuerzas aéreas iniciaron un bombardeo y dejaron al menos cuatro muertos.

200 palestinos desplazados de sus casas por la ofensiva militar israelí en el sur de Gaza buscaron refugio en una escuela vacía de Naciones Unidas. John Ging, el nuevo titular de la Agencia de Ayuda y Trabajo de la ONU en Gaza (UNRWA), advirtió de que la campaña militar de Israel ha genera- do una crisis humanitaria. «Agua, alimentos, electricidad, servicios sanitarios; estos son los problemas. La situación es tan básica como eso», dijo. La UNRWA supervisó el traslado de 235 personas ­36 familias­ que se tuvieron que mudar desde Shouka, un área de mayoría beduina cerca del destruido Aeropuerto Internacional de Gaza, a un colegio de Rafah. Les dieron carpas para que se establecieran cerca y pudieran vigilar a sus vacas y ovejas.



Los zanpantzar, héroes en Ramala
Los zanpantzar de Judimendiko Momotxorroak no pudieron realizar ayer la kalejira que tenían prevista desde el campo de refugiados de Ramala. Hoy esperan hacerlo en Belén. Ya son reconocidos en la calle, ya que la prensa local ha publicado su historia y las fotos. En una tienda, el propietario se negó a cobrarles y fueron invitados a comer por una familia. -



«No es normal que un primer ministro tenga que vivir como un criminal»
Beatriz LECUMBERRI

GAZA

Un grupo de hombres armados surge de la nada y ahuyenta a una muchedumbre que trata de acercarse a la casa de Ismail Haniyeh, en el campo de refugiados de Al Shati, en Gaza. «Abu Abed (seudónimo de Haniyeh) no está aquí, su familia tampoco y no sabemos a dónde irá a rezar», insiste Abu Mussaab, responsable de la seguridad del primer ministro, quien no se separa de su kalashnikov.

En la Mezquita del Oeste, las decenas de personas que entran a participar en la oración del viernes buscan con sus miradas a Haniyeh, que reza en este lugar todas las semanas. «No es normal que un primer ministro deba vivir como un criminal. Ningún otro país soportaría esta situación», constata Mohammed Abdallah, vecino del primer ministro.

La oración comienza sin él. El estruendo de helicópteros de combate y de aviones de reconocimiento israelíes interrumpe el rezo. Todos los ojos miran al cielo y los más jóvenes, nerviosos, gritan: «¡Es un Apache, es un Apache!», en referencia a los helicópteros de fabricación estadounidense que machacan puntualmente a la población palestina.

«Es normal que Haniyeh no haya venido. Israel quiere matarle y destruir a Hamas. Por primera vez en su vida, él ha tenido que cambiar todas sus costrumbres para protegerse», afirma Mahmud Abu Sahine antes de volver a la mezquita.

Cambio de costumbres

Hasta el pasado viernes, la oración semanal en este mezquita era siempre el momento elegido por el primer ministro para dirigirse a los palestinos. Pero, desde el bombardeo israelí contra su oficina, nadie sabe dónde encontrarle y hay quien asegura que reza en un lugar secreto.

No obstante, y cuando la oración está a punto de terminar, Haniyeh entra en la mezquita, rodeado por cuatro guardaespaldas, por una pequeña puerta lateral que comunica con su casa. Muchos de los presentes no se dan cuenta de su llegada. Sus guardaespaldas se muestran nerviosos al oír, a lo lejos, fuego artillero. Nadie aparta la vista del cielo.

«Cuando no era primer ministro, estaba igualmente amenazado en tanto que líder de Hamas, pero se desplazaba libremente y sin guardaespaldas. Ahora, no puede confiar en nadie». Por primera vez en meses, Haniyeh no pronuncia una sola palabra durante la oración y se queda inmóvil hasta que todos abandonan la mezquita. «Está prohibido entrar. Abu Abed ya no está aquí», cierra el paso a la mezquita su servicio de seguridad.

El Gobierno de Hamas

«Si alguien le hace algo a Haniyeh, le mataremos, a él y a sus hijos», advierte un adolescente con los ojos llenos de cólera, expresando el sentir de miles de compatriotas.

Situado al borde del mar Mediterráneo, Al Shati, La Playa en árabe, es un campo de refugiados miserable. Sus habitantes ven en el primer ministro Haniyeh a un héroe al que vieron nacer y crecer. Para ellos, no hay duda de que la incursión israelí en la franja de Gaza tiene como objetivo quedarse y destruir al Gobierno de Hamas. «Dicen que se van a quedar tres meses, como Estados Unidos cuando invadió Irak. Tres años después, siguen allí», recuerda resignado Abu Abdallah.


 
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