A Diana Alonso, presentadora de un concurso europeo que emite La Sexta en horario de madrugada, “Juego TV”, no le han hecho la prueba de alcoholemia, ni le han quitado puntos, directamente le ha llegado la carta de despido. Por los vídeos que hay colgados en la red, parece que llevaba un colocón majestuoso en una de las entregas. La productora, la cadena, ha revisado los vídeos y la han despedido. No se hable más. Es patético ver a un borracho por televisión en funciones de presentación cuando uno está con insomnio y se le ha acabado la botella de ginebra. Es un mal ejemplo, o una mala práxis de la evolución del género humano en su versión catódica. El programa era muy malo, y supongo que la chica debía estimularse para poder dar la cara ante tal idiotez. Esta es una opinión subjetiva y moralista. Si siempre se tomasen estas medidas urgentes y definitivas, otro ambiente nos rondaría en las ruedas de prensa de María San Gil. O en algunas retransmisiones deportivas radiofónicas y televisivas en donde al segundo gintonic ya todo es patrioterismo. O su versión más habitual, madridismo en tromba. Llega de nuevo Fabio Capello y se va Javi Clemente. Pero amenaza con volver.

A soplar todo el mundo, y tomen la acepción que quieran del verbo soplar. Ahora bien, las borracheras televisadas son escenas gloriosas. Yo miro los recuperados capítulos de “Humor amarillo” y siento que la adrenalina, la fama y los objetivos de las cámaras son drogas de efectos demoledores. ¿O será que los guionistas toman esos potingues que nos regalan en los restaurantes chinos al final de la comida, esas cosas que sabemos que tienen alcohol, pero que no identificamos si es de procedencia animal, vegetal o mineral? En todos los programas de zapeo, o de imágenes de vídeos domésticos, las escenas de las borracheras de bodas y comuniones son parte de una estética audiovisual insuperable en cuanto a su valor sociológico. Son tan aburridas, se tienen que aguantar a tantos primos lejanos, que la única solución es ponerse pedo en los bares de alrededor de la iglesia o juzgado, y después te parece bueno hasta el solomillo de diseño minimalista. Prueba conseguida. -