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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-09
En Iruñea, sin ropa blanca

Huesitos rebuscó en los cajones del armario a la busca de ropa blanca. Tenía que estar allí desde hacía dos años, cuando disfrutó de los sanfermines en compañía de Antxon. Allí no había nada. Seguro que su hermana, doña perfecciones, la había retirado al camarote. La cita era a las cinco y nada le habría molestado más que llegar tarde.

­¡Coño Huesitos! Habíamos quedado en ir de blancoŠ

­Y ¿qué quieres que haga? Mi hermana ha debido guardar mis uniformes sanfermineros bajo siete llaves y esto es lo más parecido a eso.

El aspecto de Luis Mari era casi cómico. Unos pantalones de pana grises y una camisa beige sustituían a los pantalones y camisas blancas de sus compañeros. Si hubiera sido otro el así ataviado, Huesitos hubiera dicho algo así como «grotesco». Le gustaba emplear términos orondos en ocasiones así.

­¿Y el pañuelico? ¿Tampoco lo has encontrado?

­No me toquéis los pelendengues, que bastante cabreo llevo. Ya compraré algo en Iruña.

­¿Un cafecito?

­Déjate de café, que son las cinco. Un orujito de hierbas yŠ carretera y manta.

El trayecto de Uriondo a Iruñea se cubría en poco más de hora y media. En el viejo renault de Gotzon tardaron casi dos.

­Písale, hombre, que vamos a llegar después del encierro.

­¡No te jode! Haber traído tú el coche. ¿Qué quieres? ¿Qué me quiten los puntos?

­Bueno, bueno. No discutáis, que vamos de fiesta.

Huesitos estaba irritable. Más que de costumbre. El consejo del médico no se le iba de la cabeza. Y si tenía que hacerle caso, el viaje a sanfermines estaba de másŠ

­Aparca en la Txantrea. Allí seguro que hay sitio. Luego subimos por la cuesta de Santo Domingo y ya estamosŠ

A las siete y media, los cinco uriondotarras ­a Sergio ya le consideraban uno más­ se encontraban en perfecto estado de revista frente al Pamplonica.

­Habrá que comprar un pañuelo, Huesitos. Con esas pintas pareces un guiri despistado, uno que iba para Benidorm y se ha equivocado de autobús.

­En la herriko compraré uno con el anagrama de gestoras. Hala, saca un pote y calla.

No hizo falta llegar hasta la herriko taberna. Huesitos paseaba con la mirada en el exterior del bar cuando una chica se le acercó y le regaló un pañuelo rojo.

­Son de promoción. De Antena Tres.

­Por mí, como si es de los de ‘Opá’.

Mila no pudo aguantar la carcajada.

­Esta es de las de pegada. Huesitos con pantalón de pana, camisa beige y un pañuelico de Antena 3. Más hortera no se puedeŠ

­Pues bien a gusto que estoy yo. Y mañana seguro que estoy más limpio que vosotros, que estaréis hechos unos guarrindongos.

La ronda discurrió animada por las calles del Casco Viejo. Pasadas las nueve, las peñas iniciaron la vuelta de la corrida de toros y la relativa tranquilidad que habían disfrutado hasta entonces saltó en mil pedazos.

­Esto es lo mejor, el ambientazo que ponen las peñas ­apuntó Miren­. Huesitos no se quedó callado:

­¿Ambiente? ¡Pero si vienen hechos una mierda! Estos ni ven toros ni ven nada. Para merendar y tirarse una cazuela de ajoarriero por la cabeza, que se queden en la peña. Les saldría más barato.

­No seas raripuncio, Luis Mari. Las peñas son el alma de la fiesta. Si no hubiera peñas, los carcamales de la derechona y los curas ya se habrían cargado los sanfermines. Serían unas fiestas como cualquier otra y ya se sabe que, como dice la canción, son «unas fiestas sin igual».

Sergio coreó a Gotzon:

­Riau, riau

­Mira al argentinito, si se sabe el vals de Astrain y todoŠ

­Allá, en el centro vasco de Buenos Aires todos los años se celebra el chupinazo. Y ahora, con el satélite, todos miran el encierro. Yo conozco bastante bien Euskal Herria, aunque ésta sea mi primera estancia acá.

­Y si te colocas en la gestoría de Uriondo, será la definitiva. De aquí no te echamos ni con agua hirviendo, ya verás.

­Eso quisiera, pero lo cierto es que, viniendo de Buenos Aires, Uriondo se me antoja muy chiquito. Yo preferiría BilbaoŠ

A Mila no le gustaba que la gente «desertara» del pueblo para instalarse en las ciudades. Lo hizo notar:

­Pues tú dirás lo que quieras, pero como en Uriondo no vas a vivir en Bilbao ni en ningún otro sitio. ¡Pero si ya tenemos hasta crímenes! Mira si es entretenido el puebloŠ

Huesitos se puso serio, como si recitara una profecíaŠ

­Y los que habrá, Mila, los que habráŠ

­¿Por qué va a haber más crímenes, huesitos? Eso habrá sido algún ajuste de cuentas que ha ocurrido en nuestro pueblo como podía haber pasado en Altzaga o en Bilbao mismo. Pura casualidad. En Bilbao seguro que pasa algo así todos los días.

­Pues sí, pero tengo la impresión de que algo raro se está moviendo en nuestro pueblo y no nos enteramos de nada.

­Pues no hay mucho movimiento de drogas ni cosas rarasŠ

­No sé, no sé. Algo raro se está cociendo y nosotros no nos olemos la tostada. Juanjosito me ha dicho que ha visto cosasŠ

­¿Qué cosas? Habla claro, coño.

A la vuelta hablaremos. Ahora estamos de fiesta.

­En eso lleva razón Huesitos. Habrá que pensar en cenar algo y habrá que darse prisa, porque dentro de un rato estará todo hasta los topes. No olvidéis que hoy es sábado y vendrá un gentío a Iruñea.

Después de preguntar en cuatro o cinco tabernas, encontraron mesa disponible en el Roncal, en plena calle Jarauta.

­Hasta las diez en punto no pueden entrar, pero habrá sitio.

­Bueno, pues tomamos un par de potes por aquí y luego vendremosŠ

­En Sanfermines no reservamos. La mesa será para los primeros que lleguen. Y si vienen otros antesŠ

Huesitos sentenció:

­Pues nos quedamos aquí, clavados. Tomamos un par de potes aquí mismo y después de cenar os vais a ver algún concierto. Yo quiero saludar a unos amigos de aquí. Ya quedaremos sobre la una o asíŠ

Luis Mari pidió la ronda y tomó el periódico que estaba al fondo de la barra. Repasó la primera página y lo abrió por una página de anuncios clasificados.

­Ya empezamosŠ

­Déjale, Miren, déjale. -


 
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