Supongamos que una persona cayó en coma días antes de las elecciones de marzo de 2004 y que ha recuperado hoy mismo la conciencia. Si le contáramos que, en este tiempo, el presidente del Gobierno español ha reconocido, aun con todas las cautelas que pueda merecer, el derecho de los vascos a decidir su futuro, que se han producido encuentros e incluso acuerdos entre el Ejecutivo y ETA, incluida una declaración pública de alto el fuego por parte de la segunda, y que se ha registrado una reunión oficial entre el PSE y Batasuna, el paciente diría que algo gordo ha sucedido en estos dos años.

Sin embargo, si le dijéramos que se acaban de producir nuevas detenciones, entre ellas la de otro director de un medio de comunicación, que la actividad de la izquierda abertzale se prohíbe con saña, hasta el punto de que la Policía irrumpe en ruedas de prensa, y que la situación de los presos rezuma crueldad hasta el infinito, no tendría ninguna duda de que el PP ganó de calle las elecciones y que el heredero de Aznar sigue la estela de aquél.

Es ésa la contradicción que mantiene el PSOE y su Gobierno. Una contradicción útil, quizá, para quien juegue a Maquiavelo, pero absolutamente irreconciliable con el camino para una solución justa y duradera al conflicto político.

Por eso resulta injustificable que desde el Gobierno español y el partido que lo sustenta pretendan centrar la atención pública en el supuesto camino que debe hacer la izquierda abertzale para formalizar un partido legal. El «cambio de marca» se utiliza como una cortina de humo tras la que esconder el hecho cierto de que no se han quitado del campo de juego los obstáculos para jugar la partida con un mínimo de garantías democráticas. Diría más. Si se hubiese salvado positivamente la contradicción antes citada y se hubiese eliminado tanta traba, creo que la cuestión formal del registro legal de una nueva formación sería una cuestión menor, que la izquierda abertzale asumiría en su propia actuación política sin mayores dolores de cabeza.

El problema, ahora mismo, es otro. El riesgo estriba en que el Partido Socialista pretenda dejar el debate democrático que se debe abrir en Euskal Herria en un estado similar al que ha padecido nuestro imaginario y desorientado paciente. En que quiera dejarlo en un estado algo comatoso y busque pretextos para ello. -