18/98, el juicio ocultado
Cuando allá por el 21 de noviembre del pasado año comenzó la vista oral del macrosumario 18/98, la «causa general» contra la izquierda abertzale recibió inicialmente un gran impulso mediático, con abundantes noticias que pretendían confirmar las tesis mantenidas por el instructor, Baltasar Garzón, la Fiscalía y los abogados de la acusación particular. Pero bastaron unas pocas sesiones para que quedaran en evidencia, no sólo el sinsentido del sumario, sino también las graves chapuzas y despropósitos que se habían acumulado en la fase de instrucción y que se agravaban día a día durante la vista. Por otro lado, la imagen de los más de cincuenta encausados distaba de la que se puede vender como la de «peligrosos terroristas», y su determinación política y la consistencia jurídica de sus abogados ponía en más de un apuro al tribunal. Así que, al poco de comenzar, el juicio del 18/98, la «joya» de la batalla judicial del Estado contra el independentismo vasco, desapareció de la mayoría de los medios. Pero en estos ocho meses han pasado muchas cosas y este juicio se ha convertido, en buena medida, en un espejo de lo que es la lucha contra la izquierda abertzale. En estos tiempos en los que el Gobierno español y el PP y sus altavoces mediáticoshacen tantas menciones a la vigencia y supremacía del estado de derecho, lo que se ha visto ha sido un tribunal que se saltaba las bases del Derecho, las leyes y hasta la doctrina de cortes internacionales;un sumario agujereado por la desaparición de documentación; un absoluto desconocimiento de la realidad de Euskal Herria, llegando a producirse momentos caricaturescos; y se ha visto también el desprecio de la presidenta por los acusados. Estos, por su parte, llevan ocho meses condenados a continuos viajes a Madrid para pasar horas muertas sentados en un banquillo, con el desgaste físico y el coste económico que ello supone. Algunos han sufrido accidentes, otros graves enfermedades. Jokin Gorostidi murió poco antes de tener que ir a declarar. Pese a todo, su determinación sigue firme y periódicamente idean nuevas fórmulas para denunciar esta situación. Pero una gran parte de la opinión pública no se ha enterado de nada de esto, porque esta causa es impresentable incluso para quienes aplaudieron su inicio. Se equivocan quienes dicen que éste es un juicio del pasado. Debiera serlo pero no lo es. Es un juicio de este presente que no encaja con lo que debiera ser un tiempo de esperanza, pero que el Estado se empeña en mantener activadopara utilizarlo como un instrumento más de desgaste y amenaza. -
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