Debe ser cosa de estos calores extremos, pero servidora repasa la prensa y termina con la sensación de que a los más preclaros pensadores del españoleo se les está ablandando la sesera. Miguel Angel Aguilar, que pasa por ser hombre bien informado y hasta ponderado en ocasiones, sentenciaba ayer, jactancioso, en “El País”, que «ETA se termina porque la democracia constitucional ha vencido, porque ha sabido depurar los excesos cuando incurrió en ellos y atenerse a la aplicación del Estado de derecho en toda su integridad». Lo de los «excesos» debe ser una suerte de eufemismo para referirse a las decenas de atentados mortales dirigidos desde las cloacas y los mejores salones de Madrid. Desde el BVE y la Triple A hasta el GAL.

Y dice el ufano columnista que ya falta poca cosa por hacer:«Ahora la tarea pendiente es la de desmovilizar los efectivos residuales de la banda y la de atender a las clases pasivas resultantes. Pero ¿serían viables sin el respaldo del PP? ¿Sobre quién cargaría el PP la responsabilidad, si se saldaran con un fracaso? ¿Alguien duda de que invalidarían los acuerdos, si llegaran a alcanzarse?». Pues ésa es responsabilidad, entre otros, del PSOE que gobierna hoy. ¿O no? Y sobre el mismo asunto, el editorialista de “Abc” se preguntaba sobre «qué entiende Blanco por éxito o fracaso en relación con este proceso de negociación. Porque si la premisa aceptada por todos es que este proceso ya no es de derrota, disolución y desarme de ETA, sino el inicio de un nuevo tiempo político para el País Vasco, en cuya configuración van a participar los etarras y Batasuna, con sus respectivas mesas, entonces sí será legítimo que el PP desarrolle toda la actividad opositora posible para que fracase este proceso, que no sería de paz, tal y como una democracia debe entender este término. Es más, la responsabilidad del PP como único partido de oposición es evitar que el terrorismo se sienta legitimado por una negociación sobre el marco institucional del País Vasco».

Y, al final, la advertencia apocalíptica:«El PSOE debería darse cuenta de que su lenguaje se asemeja cada día más al de aquel nacionalismo que pactó con ETA en 1998 y que quiso entonces renovar la eficacia de ese chantaje ­o gana el PNV o gana ETA­. Parecerse a ese nacionalismo sería una degradación que el socialismo español debe evitar como sea». Terrible. msoroa@gara.net