Media Markt es una potente cadena de venta al por menor de electrodomésticos y electrónica. El año pasado, por ejemplo, facturó 1.021 millones de euros, un 20% más que lo conseguido en 2004. Además de por instalarse en todas las grandes superficies comerciales que se abren, es bien conocida por una publicidad muy agresiva, que no es muy habitual ver en el mundo de lo políticamente correcto. Donde otros esconden, sugieren y se andan con tiento, Media Markt grita, llama la atención y presume.

Es tal el poderío de esta cadena, que puede permitirse el lujo de perder 10 millones de euros sin despeinarse, como lo ha hecho con ocasión del campeonato mundial de fútbol. En mayo anunciaba: «Compre un televisor. Italia gana. Usted gana el televisor». Y ha tenido que devolver a 10.000 clientes el precio de televisores cuyos precios oscilaban entre los 900 y los 5.000 euros.

Ayer, el Consejo de Gobierno de Lakua acordó imponer a Media Markt una sanción de 6.000 euros por «tratar a la mujer como un objeto sexual» en una campaña publicitaria. Esta sanción supone el desenlace del expediente iniciado en febrero por el Ejecutivo ante el lema “Un año calentando el ambiente” que daba texto a la imagen de las piernas de una mujer y los tres hombres señalándolas. Pero ni es la única campaña de ese pelo que han realizado aquí, ni la única denuncia. De hecho, unos pocos meses después Media Markt arremetía con otra campaña, esta vez de cara al mundial, en el que la foto de dos jóvenes aparecía señalada con una flecha en la que se leía: “Verás las mejores delanteras del mundo”, que también fue denunciada. Y es que Media Markt tiene una estrategia publicitaria en cuyo precio está incluida desde la pérdida de 10 millones de euros por la victoria de Italia, hasta los 6.000 euros de un gobierno que se pone quisquilloso en la aplicación de una ley de igualdad.

Una estrategia que busca el escándalo a cualquier precio. Del económico, ya está visto que no les preocupa mucho, dado su impresionante volumen de negocio. Pero también consideran incluida en el precio de sus campañas la falta de respeto al público potencial, generalmente jóvenes, y a las mujeres «objeto» de sus campañas. El problema es que ese precio que hacen pagar a la sociedad muchas empresas empeñadas en menospreciar la capacidad intelectual de sus clientes, no hay ley que lo pueda cuantificar. -