Una llamada de una gran amiga me hizo quedarme frío y sin voz: «Balentxi hil da, hordartzaren ertzean aurkitu omen dutela». Podría haber saltado alguna lágrima, pero no fue así, fue improvisación y coraje, y puño en alto, con los ojos llenos, «Gora Balentxi!» me salió. La mar tiene también esas cosas, atiza brava y enfurecida de tantas agresiones que sufre o, como en este caso, abrazado a las blancas olas es traído, goxo, goxo y recostado a la orilla de la Kontxa. Podría haber quedado atrapado entre las afiladas rocas, pero me hizo «poxa» saber que envuelto en la aparra, unas goxuas olas nos lo entregaron a la orilla. Un final goxua ante toda una dura vida de lucha, sacrificio y entrega que Balentxi se ha llevado. Con su xaharra bizi y pinzas en el pantalón, makina kilometro alde batetik bestera: juzgados, cárceles, concentraciones, marchas, manis,.. ¡Qué sé yo!, de todo y a todo llegaba, pero siempre con y para el necesitado. Resumiendo en una frase y con mayúsculas le decíamos: «¡Tú eres un cura!». Y digo esto porque este pobre hombre, este pobre cura ha sido apartado, arrinconado, maldecido y vetado por su propia iglesia. No le podían ver muchos de esos curas empoltronados en sus parroquias; le llamaban rebelde todos esos hipócritas que arriman el hombro al poderoso, al jauntxo, en una palabra, al sistema represor. Por eso me salen granos cada vez que me arrimo o por circunstancias tengo que entrar en algún gueto de esos. Muchos de esos rufianes escondidos bajo sus sotanas no le podían ver, le despreciaban, pero afortunadamente todavía quedaban algunos, pocos pero algunos, con dignidad y oficio de cura que le apreciaban y compartían con él. Cuando falleció nuestro aita, y nos encaminábamos con el ferétro a hombros cubierto con la ikurriña y nada más comenzar a cruzar la puerta de la iglesia, el entonces párroco de Donibane, enérgicamente y con chulería, arrancó de encima del féretro la ikurriña. Ni se dignó a doblarla, la hizo una pelota y me la entregó arrugada diciendo que no se podían introducir símbolos políticos. Este inepto y «fachón» cura debería saber que esa es la bandera de un Pueblo que mucho dolor y sacrificio le ha costado mantenerla en pie y por la cual muchos también han entregado su vida. En el kanposanto y cuando íbamos a darle tierra dio el párroco inicio a su sermón y encolerizadamente le dije que nunca le perdonaría lo que había hecho y que esos sermones e hipócritas plegarias se las escupa a los de su cuerda, a toda esa jerarquía que nos viene a estas alturas con la unidad de España. A ese funeral fue invitado Balentxi por la familia y así autorizado a oficiarlo junto con otros sacerdotes y el párroco. En uno de los momentos en que recordaba a esos aitas fallecidos y uno de ellos en concreto de cuerpo presente, y que tantas penurias habían pasado visitando cárceles y exilio, le fue arrebatado el micro con descaro y violencia por el párroco y ahí terminó la humilde aportación del pobre Balentxi. Esas palabras de recuerdo para unos aitas entregados a la lucha de sus hijos eran pecado y sacrilegio para ese pendón y «fachón» de cura, y no se puede permitir agitar a las masas. A medida que voy terminando este trabajito, veo la figura de Balentxi riéndose con su gracia peculiar y es que él era así; le caían ladrillos por todos los lados «baina, beti aurrera». Si alguien se merece algo es este gran hombre, este gran cura. Me supongo que le harán el debido y rutinario funeral y en honor y homenaje a él acudiré muy a mi pesar a recordarlo, aunque una vez más me salgan granos. Agur eta ohore, Balentxi eta denok dakigun bezala: Jo ta ke Irabazi arte.

Joseba Eizagirre