Ricard BOSCAR*
Libano revive el pasado
Aunque Líbano es un país esencialmente dividido, el indiscriminado ataque israelí se está viviendo como lo que es, un castigo desproporcionado a toda la población civil, y puede acabar consiguiendo lo que no ha sido posible durante las últimas décadas: que los libaneses actúen unidos más allá de las divisiones confesionales, y que la mayor parte de la comunidad internacional se muestre firme en el rechazo a la impunidad del Estado judío.
Los libaneses están reviviendo los más duros momentos de la conflictiva relación con el vecino del sur, que es básicamente una historia de agresiones. Israel ha invadido Líbano en dos ocasiones, ha ocupado durante más de 20 años una importante franja de la región sureña, estableciendo un seudo gobierno títere apoyado por la inteligencia militar israelí, y bombardeado en incontables ocasiones el país desde los años 60. La última matanza israelí ocurrió en 1994 en Qana, donde la fuerza aérea judía bombardeó un edificio a cargo de la ONU en el que se hallaban refugiados más de 200 civiles indefensos, matándolos a todos. Pese a que existen ciertas reservas hacia el giro que ha tomado la situación por parte de grupúsculos de extrema derecha cristiana, así como del líder druso Walid Jumblatt, culpando a Hizbula de la situación, está quedando claro que ahora no es momento de discutir esas cuestiones y el objetivo inmediato para los líderes de las principales comunidades religiosas es la defensa del país. Como comenta Saseen Kawzally, periodista libanés, «el principal líder cristiano maronita, Michel Aoun, que siempre ha sido partidario de la integración de Hizbula en el gobierno, ha manifestado su repulsa al ataque israelí y apoya la demanda chiíta de entablar negociaciones directas con Israel para solucionar el tema de los presos. Si a los de la Falange o las Fuerzas Libanesas se les ocurre ahora protestar, será su fin». En los últimos combates están implicadas unidades del
ejército libanés además de los guerrilleros de Hizbula, lo cual supone un cambio
significativo en lo que concierne a la llamada «resistencia libanesa», hasta
ahora asumida por Hizbula y otros grupos combatientes de diferente calado.
La resistencia libanesa
Hizbula, la organización más importante del colectivo chiíta (mayoritario en Líbano), ha sido el principal combatiente en la guerra de baja intensidad contra la ocupación israelí de Líbano, consiguiendo obligar al Tsahal a renunciar a tan costosa empresa en el año 2000. Aunque los medios cercanos a las tesis estadounidenses hablan de un ataque injustificado por parte de Hizbula como detonante de la situación, lo cierto es que el conflicto se mantenía vivo a causa de las granjas de Shebaa y de la situación de los presos libaneses (y palestinos) en las cárceles israelíes. Asimismo es importante destacar que, más allá de intereses partidarios, existe un verdadero espíritu de solidaridad para con sus vecinos palestinos, cuestión que los medios occidentales obvian o infravaloran. El ataque de Hizbula ha sido recibido como un alivio por parte de la mayor parte de la población árabe (y musulmana) del mundo. La audacia de Hizbula quedó de manifiesto de nuevo el pasado viernes cuando, en una entrevista telefónica en directo en una cadena de TV libanesa, Hassan Nasrallah, que venía prometiendo sorpresas, instó a los periodistas a dirigir sus objetivos hacia un navío israelí que acababa de estallar en llamas, mientras espetaba: «Miren, miren como arde, y cómo se va a hundir junto a los soldados sionistas». Los cláxones de los coches llenaron las calles de Beirut tras semejante alarde. La población se está parapetando y preparando para un asedio largo. Aunque muchos están huyendo y existe un comprensible desasosiego general, los libaneses tienen experiencia en aguantar las calamidades militares y se lo toman con la mítica filosofía levantina. En casi todo Beirut se respira un ambiente de unidad que deja en evidencia las mentiras aireadas en el supuesto clamor anti sirio tras la muerte de Rafiq Hariri, ex primer ministro libanés. Por añadidura, la negativa de Hizbula a deponer las
armas como demanda la resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, está
cobrando sentido con el ataque israelí. Hizbula siempre ha mantenido que sus
armas sirven a la defensa nacional, y la indiscriminada ofensiva israelí está
dejando sin argumentos a los que acusan a Hezbollah de socavar la unidad del país.
IMPLICaciones mundiales La fragilidad del Gobierno libanés, de mayoría anti siria, ha quedado en evidencia ante el poder de los distintos grupos confesionales y del caso omiso que le hacen sus otrora «padrinos» de la Casa Blanca ante las peticiones de que frene la ofensiva israelí (a pesar de las llamadas de Bush al gobierno judío para «no socavar el gobierno de Siniora», que rozan el mal gusto). Es probable que si el conflicto perdura sean los grupos más fuertes los que acaben formando algún tipo de coalición ad hoc, esta vez sin el epíteto de «anti sirio».
De extenderse el conflicto, parece que quien tiene más que perder es el propio Israel. Sus amenazas y asesinatos a dirigentes democráticamente elegidos son cada vez más difíciles de defender en la escena internacional. Cabe recordar que Israel ya mató al anterior dirigente de Hizbula, junto a su mujer y su hija de tres años, así como a numerosos dirigentes de las organizaciones que se le oponen tanto dentro como fuera de sus fronteras. La velada amenaza de que tras Líbano vengan Siria e Irán está mostrándose como lo que es, una bravata que no tendría otro resultado que socavar gravemente la estabilidad de Oriente Medio en detrimento del propio Israel y EEUU. A pesar de la indiferencia frente a la agresión israelí mostrada por EEUU y sus aliados, la comunidad árabe y musulmana no duda en hermanarse con los palestinos y libaneses, como se ha visto en las recientes manifestaciones en Amman, Cairo, Bagdad, Kuwait City y otras capitales árabes. No obstante, la Liga Arabe sigue mostrando su ineficacia al no ser capaz de mantener una postura firme y unitaria ante un asunto tan grave como éste. Los gobiernos árabes cercanos a EEUU (Jordania y Egipto, los únicos países de la zona con acuerdos de paz con Israel) han criticado la respuesta israelí fundamentalmente por razones internas. Sus poblaciones no aceptarían otra cosa. El caso de Arabia Saudita ha sido más escandaloso al culpar a Hizbula de la situación, negando ninguna ayuda, y de paso acusarle de socavar los «logros» de los países árabes, sin explicar a qué «logros» se estaba refiriendo. Aunque el conflicto iniciado encierra graves peligros para toda la región, también es cierto que es susceptible de provocar cambios significativos que pueden acabar beneficiando a las poblaciones más castigadas y obligando a Israel a, de una vez por todas, cambiar su actitud beligerante por otra negociadora, la única factible en el candente Oriente Medio. Todo depende de que tanto los libaneses como la comunidad internacional se mantengan unidos.- (*) Ricard Boscar es colaborador del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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