El 6 de agosto de 1825 ha quedado en los libros de historia como la fecha de la proclamación de la independencia de Bolivia, con la que culminó una larga guerra de emancipación contra las tropas españolas. De esta forma se consumó el sueño del libertador Simón Bolívar, que éste había proclamado en el conocido juramento que hizo ante su maestro Simón Rodríguez: «Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español». No obstante, aquella fue más la emancipación de una élite que la de un pueblo;una élite más afín cultural y étnicamente a la España colonizadora que a las naciones indígenas colonizadas. Baste recordar que, como en tantos otros estados que hoy presumen de ser «antiguas democracias», el voto no fue un derecho universal en Bolivia hasta la revolución de 1952.

Por ello, el 181 aniversario de la independencia puede suponer un auténtico hito en la historia del país andino, ya que la Asamblea Constituyente que ayer comenzó sus labores en Sucre tiene ante sí el reto de la «refundación» del Estado, con un protagonismo esencial para los pueblos indígenas, verdaderos artífices del cambio social que llevó a Evo Morales hasta la Presidencia de Bolivia el pasado 22 de enero. Ya en 1990, la «marcha por la dignidad y el territorio», en la que miles de campesinos se dirigieron hasta la capital política del país, reclamó la formación de esta Asamblea Constituyente. Y los últimos dieciséis años han reflejado la agonía del poder ejercido por los defensores del neoliberalismo, que no pudo frenar las luchas populares que derrocaron, uno tras otro, a seis presidentes.

El propio Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS), abrió ayer la Asamblea Constituyente. En su informe a la Nación sobre los seis primeros meses de gobierno, que presentó la víspera, se mostró alentado por los logros obtenidos pero no ocultó los obstáculos ­especialmente la corrupción «institucionalizada»­ con los que se está encontrando para poner en marcha los proyectos «refundadores» e incluso reprendió en público a algunos de los integrantes del Ejecutivo, a los que dijo que «no es posible que teniendo plata no sepamos gastarla en beneficio de los bolivianos» y advirtió que, si no llevan a cabo las inversiones previstas antes de fin de año, «rodarán cabezas». -