Desde hace más de 35 años existen diversas resoluciones de la ONU que establecen que Israel ocupa ilegalmente los territorios palestinos, los Altos del Golán en Siria y, desde 1978, el sur de Líbano (las Granjas de Sheba). Esta ha sido siempre la política israelí: abordar los problemas usando la fuerza militar, sin miedo a la presión o condena internacional, contando con el poco disimulado apoyo de Washing- ton a su política de tierra quemada. Israel no respeta las leyes internacionales, habiendo incumplido hasta el momento 46 resoluciones de la ONU. Pero además pasa por encima de fronteras y soberanías, y en ese afán expansionista aprovecha su hegemonía para llevar a cabo una política que, como última consecuencia, puede generar una verdadera desestabilización en la zona. En los últimos años la ocupación israelí en Palestina incluye operaciones como destrucción de viviendas y cultivos; fronteras cerradas y controladas por Israel; ocupación y conversión de viviendas en bases militares por tiempo indefinido... Israel mantiene una política sistemática de detenciones y arrestos que han convertido a más de 750.000 palestinos en visitantes de centros de detención y prisiones israelíes; un 80% de la población se encuentra bajo el umbral de la pobreza; un 90% en el desempleo; los índices de mortandad se han disparado... Vemos cómo se levantan muros que generan enfrentamiento y dolor, como el que Israel levanta para dividir al pueblo palestino... Estas no son sino muestras dentro de la política de destrucción y muerte llevada adelante por el gobierno de Israel, apoyado por los EEUU y el silencio cómplice de los gobiernos europeos ante lo que está sucediendo en Oriente Medio.
Pero en las últimas semanas, además, la actuación de Israel es nuevamente repudiable no sólo por su política contra Palestina. Desde el pasado 12 de julio la población libanesa está reviviendo los más duros momentos de la conflictiva relación con Israel, una historia de agresiones continuas: Israel ha invadido Líbano en dos ocasiones, ha ocupado durante más de veinte años una importante franja de la región y ha bombardeado en incontables ocasiones el país desde los años 60.
Hizbula, la organización más importante del colectivo chiíta, por otro lado, ha sido el principal combatiente en la guerra de baja intensidad contra la ocupación israelí de Líbano. La insistencia de muchos países occidentales para que Hizbula libere a los dos militares israelíes capturados para detener la barbarie israelí, resulta paradójica frente al olvido que esos mismos países muestran respecto a la muerte de cientos de personas en Líbano. Un silencio que hace sospechar de la grave responsabilidad y complicidad occidental en esta bárbara campaña israelí. Los occidentales continúan esgrimiendo el derecho de Isra-el a defenderse y entierran los derechos de palestinos y libaneses.
La respuesta de Israel a esta crisis ha sido a todas luces desproporcionada. Es más, Israel sigue castigando Líbano pese a su anuncio de un alto el fuego de 48 horas. A esto hay que añadir la matanza perpetrada en Qana estos días atrás. Si hasta las condenas internacionales brillan por su ausencia, será imposible visualizar algún tipo de sanción contra este Estado sionista. Mientras las acciones contra Israel siguen sin llegar, hay quien sostiene que esta exhibición de atrocidades no es más que parte de una campaña para prepararnos hacia objetivos más ambiciosos como atacar Siria o Irán.
La agresión militar del Ejército sionista ha sido disfrazada en algunos medios como una operación militar. Pero estas operaciones militares han estado prefijadas y planeadas de antemano: con esta brutal agresión Israel busca acabar con el Gobierno de Hamas en Palestina y con la posición de Hizbula en el Líbano. Los ataques indiscriminados contra la población civil y las infraestructuras de estos dos países buscan que la población de los mismos se posicionen en contra de los líderes de la resistencia. Pero sea cual sea la salida a esta crisis, la posición de Hizbula y Hamas saldrá probablemente reforzada, habiendo logrado el Gobierno sionista el resultado contrario al deseado.
Esta pasividad occidental aumenta el descrédito y la falta de autoridad moral tanto de la ONU como de la UE para proponer soluciones justas a un conflicto del que hace tiempo perdieron toda perspectiva. La reciente cumbre de Roma de cara a adoptar medidas que hagan frenar a Israel su escalada de violencia, no sólo se ha cerrado en falso por parte de las potencias occidentales y su tibieza ante la superpotencia norteameri- cana, sino que ha servido para dar alas a Israel en su dinámica imperialista-agresora. Sin condena de la ONU ni petición internacional de cese de hostilidades, Israel ha entendido que tiene carta blanca para seguir con su campaña bélica.
Sólo han conseguido declaraciones de compromiso para avanzar hacia un alto el fuego pero ninguna declaración en firme, pues nuevamente EEUU ha bloqueado las peticiones en ese sentido al considerar que no se dan las condiciones necesarias para el cese de hostilidades, obviando que los civiles libaneses siguen muriendo mientras las potencias occidentales llegan a la solución que mejor atiende sus propios intereses. Los representantes europeos y árabes volvieron a plegarse a las exigencias de EEUU. El grupo del G-8, la Unión Europea, EEUU y la propia ONU han vuelto a mostrar su doble rasero para encarar el conflicto en la zona, al tomar partido por Israel e insistir en la aplicación de la resolución 1.559 del Consejo de Seguridad, obviando las decenas de resoluciones que ha violado Israel.
La brutal campaña de demolición de Líbano por parte de Israel ha provocado importantes movimientos de personas que huyen del horror y la destrucción para salvar sus vidas: más de un millón de personas habrían abandonado ya sus viviendas en Líbano. En este conflicto se está atacando a la población civil y ya ha provocado decenas de miles de desplazamientos. Israel no ha cumplido su compromiso de facilitar la entrada y la distribución de ayuda humanitaria a los miles de desplazados y refugiados libaneses. La mayor parte de los cientos de libaneses que han perdido la vida desde que el pasado 12 de julio el Ejército israelí lanzase una ofensiva militar contra el sur de Líbano pertenecía al sector civil. Quieren hacernos creer que los atentados sionistas, en Líbano o en Palestina, son selectivos, cuando la mayoría de las víctimas no son combatientes.
La legislación internacional y la propia Convención de Ginebra de 1949 dicen claramente que la matanza de civiles en el contexto de un conflicto armado no es un acto de autodefensa, como tampoco se puede tomar por tal la destrucción de las infraestructuras de un país. Esta Convención define como «civiles» a aquellos que no participan de manera activa en un conflicto armado. Por lo tanto, estas acciones protagonizadas por Israel son actos deliberados de terrorismo.
La población civil de Siria está también bajo la constante amenaza de ataque por parte de EEUU e Israel. En Siria son también conscientes de que el ataque a Líbano puede ser el preludio de una guerra imperialista. Todo entra dentro de la agresión israelí. Una ocupación de Líbano por Israel haría que Siria quedara rodeada de regímenes sometidos a los intereses imperialistas de EEUU. Ello haría más factible un ataque contra Siria, ataque que se produciría nuevamente con el silencio cómplice de Europa y de la mayoría de los estados árabes, que no se atreven a plantarle cara a EEUU y a su gendarme, Israel. La velada amenaza de que tras Líbano vendrán Siria e Irán está mostrándose como una actitud que no tendrá otro resultado que socavar la frágil estabilidad de la región de Oriente Medio.
En Euskal Herria no podemos permanecer impasibles ante tanta barbarie. Hemos de empezar a actuar llevando a la práctica distintas dinámicas, desde dinámicas movilizadoras de repulsa hasta ac- tos de presión social o institucional.
Desde Euskal Herria, Udalbiltza aboga una vez más por el respeto a la existencia de los pueblos, respeto extensible a los gobiernos e instituciones de los que esos pueblos han tenido a bien dotarse. Asimismo, esta institución nacional aboga por la resolución de los conflictos de forma dialogada, para lo que es más que nunca necesaria una voluntad política acorde a las circunstancias, con el apoyo de la comunidad internacional. Por desgracia, somos testigos de que las Naciones Unidas han perdido presencia y coraje a la hora de aportar decisiones y abordar soluciones cara al cese del conflicto emergente en Oriente Medio. Por lo que también es necesaria una reforma profunda y democratizar sus estructuras para hacerlas más operativas y eficaces en bien de los pueblos.
Criticamos la tibieza con que la comunidad internacional está respondiendo a la agresión, permitiendo que se siga masacrando a la población civil. Basta ya de impunidad y de doble rasero. Llamemos a cada cosa por su nombre. Condenamos la invasión de las tropas israelíes al sur de Líbano, y las calificamos como terrorismo de estado, ya que la muerte de civiles sólo puede definirse como terrorismo de estado. Israel es el único responsable en esta escalada de violencia. La actuación del Estado israelí no sólo es desproporcionada, sino que está completamente fuera de lugar. Debiera ser castigada de forma inmediata y severa por los estados de la UE, para que situaciones de este calado no se repitiesen.
Desde ya, desde este pequeño pueblo como es Euskal Herria, hemos de insistir en la obligación de que Israel ha de cambiar su actitud beligerante por otra negociadora, la única factible en el frágil Oriente Medio. Reclamamos, por tanto, una solución global para la región. Denunciamos la ofensiva israelí contra la población palestina y exigimos la salida del ejército de la zona. Ahora que la atención internacional mira a Líbano no hemos de olvidar la situación de la población palestina en Gaza y Cisjordania. La solución al conflicto ha de centrarse en resolver la ocupación israelí en toda la región. Es momento de que, en igualdad de condiciones, todas las partes discutan sus proyectos y busquen entre todos la fórmula que conduzca a un acuerdo de paz estable en la región. -