Comparar dos procesos con características y actores tan diferentes como los de 1998 y los de 2006 tiene el riesgo de cometer injusticias. Cierto es que en esta ocasión la perspectiva de un diálogo multipartito para buscar una solución política está mucho más cercana, que Zapatero puede estar más abierto a ello que Aznar, y que el método de Anoeta abre muchas puertas. Pero también lo es que en los cinco meses que sucedieron a aquella suspensión de acciones armadas de 1998 pasaron más cosas concretas y se apreciaron más compromisos que en los cinco meses transcurridos desde el alto el fuego permanente de 2006. El Gobierno del PP, por ejemplo, no sólo autorizó contactos con ETA, sino que incluso se reunió con HB o realizó algunos movimientos en materia carcelaria, todo ello en menos de tres meses. Los partidos vascos, por su parte, pusieron las bases de Udalbiltza o unieron fuerzas por los presos. Este es un repaso sucinto de aquellos cinco meses post-tregua:

PRIMER MES

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El anuncio del alto el fuego de ETA, el 16 de setiembre, provoca una oleada de ilusión y expectativas similar a la actual. Y en sus reacciones los partidos vascos tratan de situarse rápidamente al nivel de la iniciativa de la organización armada. «Ahora nos toca dar pasos», señala el PNV al día siguiente. El 1 de octubre, los firmantes de Lizarra acuden a Garazi para ratificar allí la receta de «Euskal Herria tiene la palabra y la decisión». Entre ellos estaban los partidos que ahora consideran que una mesa de partidos para todo el país carece de realismo político.

En Madrid se habla de acercamiento en pocos días, pero Xabier Arzalluz se encarga de hacer saber a Aznar que eso no será suficiente:«El reagrupamiento no tiene que ver con la tregua», le indica, recalcando que se trata de un derecho. En octubre son traídos a Euskal Herria cuatro presos que se encuentran enfermos, y eso que para el PPy para el resto aquél es mes electoral en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.

El líder del PP, a todas luces desbordado por una tregua que no esperaba, da señales de querer maniobrar rápido. Frente al «proceso largo, duro y difícil» de Zapatero en 2006, Aznar se limita a vender la idea de que «la paz no será cosa de días».

SEGUNDO MES

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La «verificación» del Gobierno del PSOE se ha prolongado durante tres meses; la del Ejecutivo del PP duró exactamente la mitad, uno y medio. El 3 de noviembre, Aznar anuncia solemnemente que ha autorizado contactos «con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco». El PSOE le da su apoyo.

Los partidos vascos no sólo se activan en una intensa labor de difusión del Acuerdo de Lizarra-Garazi, sino que presionan decididamente a Madrid en el tema de los presos. El PNV pone fecha límite: Navidades.

Las instituciones también se mueven. El Departamento de Justicia de Lakua lanza un spot televisivo para difundir que la autodeterminación es también un derecho humano, para escándalo del PP.

En la Iglesia vasca también hay impulsos al proceso. En una carta pública, Pierre Moléres, obispo de Baiona, sitúa el Acuerdo de Lizarra como «portador de futuro».

TERCER MES

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El 28 de noviembre, apenas dos meses y diez días después de la tregua, se convoca una jornada de movilización contra la dispersión. EA e IU se adhieren al llamamiento de Etxerat, y a la calle salen también José Antonio Rubalkaba (PNV)o José Elorrieta (ELA). En Lapurdi, los alcaldes de Baiona y Biarritz, Jean Grenet y Didier Borotra, también firman por los derechos de los presos.

El macrosumario 18/98 está en pañales, pero tiene entonces un antecedente muy vivo: la Mesa Nacional al completo sigue en la cárcel. Este mes se reactiva el debate sobre su liberación. Serían excarcelados y exculpados en julio de 1999.

El 11 de diciembre, sin cumplirse aún tres meses de tregua, los tres enviados de Aznar (Zarzalejos, Martí Fluxá y Arriola) se sientan en una mesa con HB, en Burgos. La cita se da a conocer poco después, pero no genera polvareda alguna.

CUARTO MES

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El Gobierno español trata de soltar presión con un «acercamiento» de 21 presos. Lo más destacado, casi lo único, es que los encarcelados en las islas pasan a la Península. El movimiento provoca indignación en todos los partidos vascos, que esperaban mucho más. El PNV, de hecho, declara que rompe con el PP en esta materia.

Así las cosas, la habitual manifestación navideña por los presos se convierte en un clamor. Una multitud incontable marcha en Bilbo bajo la lluvia el 9 de enero; a la cabeza van juntos Arnaldo Otegi, Xabier Arzalluz, Carlos Garaikoetxea, Javier Madrazo.... Juan José Ibarretxe recibe a Etxerat cuatro días después.

QUINTO MES

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Los partidos vascos continúan adoptando iniciativas políticas cada uno por su cuenta, además de impulsar los «Lizarras txikis» conjuntos. A modo de ejemplo, el PNVreúne a 700 electos para dar un espaldarazo a la unidad territorial, y EA propone divulgar en Europa la realidad de Euskal Herria.

El 6 febrero es día para la Historia. En Iruñea se reúnen 666 alcaldes y concejales de todos los herrialdes para poner las bases de lo que pronto sería Udalbiltza.

Cuando se cumple el quinto mes de tregua, como ahora, se lanzan otras dinámicas políticas comunes por el Departamento Vasco o los presos (Batera), y se habla de Aberri Eguna unitario. -

IRUÑEA