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Gara > Idatzia > Kirolak 2006-08-20
Los seguidores del Sankt Pauli se consideran los piratas de la Bundesliga
Al margen del HSV con su elegante AOL-Arena existe otro club de fútbol en Hamburgo que no luce por su presencia en la Primera División sino por su capacidad integradora y su compromiso político y social. Se trata del 1. FC St. Pauli. Se le conoce más por la especial relación que une el club con sus seguidores que por sus éxitos. Sus hinchas además se autodenominan los piratas de la Liga alemana.

Quien busca los piratas del fútbol alemán tiene que viajar a Hamburgo. Su «santuario» está en el barrio de Sankt Pauli, un mito. Desde tiempos remotos desembarcan en sus calles aquellos visitantes de Hamburgo que quieren cambiar dinero por amor, en la tristemente famosa calle Reeperbahn. La ciudad sabe vivir explotándo la mala fama. A pesar de ello o justamente por eso Sankt Pauli sigue siendo el barrio más pobre de la ciudad portuaria. Cuenta con 35.000 habitantes y 18.000 son extranjeros. Pero también es conocido por su rebeldía a lo largo de la Historia que se ha conservado hasta nuestros días.

El espíritu rebelde caracteriza también su club de fútbol, el 1. FC St. Pauli. Este cuenta con un estadio ­quizás uno de los más antiguos de la Liga alemana­ que se halla cerca del monstruoso búnker de cinco pisos, una reliquia de la época nazi, que domina el barrio. Hace unos años el vicepresidente del club y otros inversores querían haberlo cambiado por una superestadio cuyos costes rozaban los 500 millones de marcos (250 millones de euros). Entonces los seguidores del St. Pauli escribieron un nuevo capítulo en la Historia del fútbol alemán.

Manifestacion

Por primera vez en un partido clasificatorio de la Bundesliga se mantuvieron cinco minutos de silencio y se protagonizó una manifestación para conservar el estadio. El impacto fue tan grande que los inversores enterraron sus planes. Los «piratas de la Liga» vencieron una vez más a los mercaderes hamburgueses que en Alemania tienen

la fama de ser muy secos y buenos comerciantes.

Si el HSV encarna esta imagen, sobre todo ahora con su AOL Arena, el St. Pauli no sólo se considera como la alternativa, sino incluso la vive. Antes de los Mundiales de fútbol abrió su estadio para un campeonato de los equipos no clasificados. En su campo caben sólo 21.000 personas ­en el del HSV hay 51.000 plazas­ pero no existe el problema de las gradas porque todo el estadio se convierte en el 12° jugador.

Werner Skrentny, conocedor de la Historia de Hamburgo, sentencia que «ahí se puede revivir lo que el fútbol era en su día: algo cercano, vivo y jugadores para tocarlos». De hecho, un partido de fútbol se convierte en una gran fiesta en la cual no faltan reinvindaciones políticas. Cuando en los años 90 una amplia ola de neonazismo inundó también los estadios de fútbol, los piratas del San Pauli junto con los jugadores y el club pusieron un ejemplo de coraje cívico: el director del club llevó una pancarta al césped en el cual se leía el eslogan: «Ni un paso a los fascistas». Desde entonces existe también una pegatina antifascista en la que consta «los fans del St. Pauli contra la derecha». Muchos lo lleva junto a su insignia, la calavera con los huesos cruzados. Así mantienen «pirateado» incluso un símbolo nazi, el de las SS. En la misma línea se halla la decisión, impulsada por los propios «piratas» de prohibir correar eslóganes sexistas.

Además del equipo masculino el St. Pauli entrena un equipo femenino y tiene sección de rugby y de ajedrez.

Como buenos piratas que son han viajado al Caribe. Su jugador Benjamin Adrion llevó a Cuba el proyecto «Viva con agua de St. Pauli». Se trata realmente de agua ­y no de la exportación de cerveza alemana­ a la isla.

El deportista se dio cuenta de los problemas de abastecimiento con el agua potable en las guarderías de La Habana y aprovechó la fama que su club había adquirido en Alemania para encontrar una solución. Desde hace algunos años el St. Pauli hace llegar filtros y sistemas para limpiar el agua y mantenerla fría a la capital cubana. El Gobierno socialista agradeció la ayuda. «¿Ya están jugando mejor?» fue la pregunta con la que el ministro de deporte cubano Humberto Rodríguez saludó a Benjamin Adrion. Sí, el St. Pauli juega también al fútbol. Si juega mejor, es otro tema porque actualmente milita en lo que se podría llamar la Tercera

División. Esta es la razón por la que estos datos relevantes no han aparecido hasta ahora. En el 2001 el St. Pauli había logrado volver a la Bundesliga. Tanto el club como los seguidores consideraron este éxito como un «accidente laboral». Su presencia en Primera atrajo la atención de los medios, dinero pero también problemas internos. Después de la temporada bajó a Segunda y en el 2003 a Tercera. Actualmente está en el decimotercer puesto y las perspectivas no son muy buenas. Pero sus hinchas siguen con él tal y como sólo lo saben hacer unos auténticos piratas. -

COLONIA



EtnOlogos estudian el CLUB
Entre abril de 2002 y junio de 2003 un grupo de etnólogos de la Universidad de Hamburgo estudiaron el fenómeno de los «piratas de la liga». Daniel Broeckerhoff investigó por ejemplo la «fascinación que el St. Pauli emite». Descubre que es un factor fascinante y es que a pesar de la estructura administrativa los fans pueden participar en la gestión del club porque no existe la separación tan clara entre los funcionarios y los seguidores, tan habitual en otros equipos.

Esta línea divisoria falta porque dentro del club hay varios grupos de intereses y de presión que se hacen escuchar. El académico descubre que cuando el St. Pauli jugó en la Bundesliga «hubo seguidores de toda la vida que ocuparon puestos en la oficina de prensa y en la administración de los socios». Otro factor es el que el estadio del St. Pauli se halla más o menos en el centro del barrio.

Esto da cierta familiaridad entre el club y los habitantes. A ello se añade el detalle que en el estadio es tan viejo que dos tercios de sus plazas son sitios de pie. Los seguidores subrayan que esta característica más la supuesta falta de sitio transmite la sensación de estar muy cerca de lo que pasa en el césped. De ahí surge la idiosincrasia de un club que se mantiene por encima de sus triunfos y fracasos.


 
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