GaraAzkenak - Paperezkoa - English Edition  |  Le Journal
EUS | ES | FR | ENG
 » PAPEREZKOA
  -Aurkibidea
  - EuskalHerria
- Jendartea
- Ekonomia
- Iritzia
- Mundua
- Kultura
- Kirolak
 » AZKENORDUA
 » ENGLISH EDITION
 » DOSIERRAK
 » DOKUMENTUAK
 » IRUDITAN
 » HEMEROTEKA
 » Produktuak
Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-08-20
Josemari Ripalda - Filósofo
Vacaciones sin Estado

A veces uno se va de vacaciones en verano a donde alguno que otro le querría mandar, o sea, a tomar fresco, y se mete entre los lapones del Norte de Escandinavia. Lapón es un nombre que se da a los samis, lo mismo que a los euskaldunes nos llaman basques, vascos, vascones y hasta vascongados. Los samis viven en cuatro estados: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia. Nadie los ha conquistado; tampoco se han puesto a constituir un Estado; lo han hecho sus vecinos. Pero sí tienen sus formas sociales e incluso un nombre para su territorio, el Sápmi, aunque sea imposible asignarle fronteras definidas.

Yo he andado entre los dácca (los baserritarras y arrantzales noruegos) de la costa y los sami seminómadas, un poco como los renos, que tienen derecho a andar por todas partes (y que, por eso, constituyen el terror de los jardines particulares). El Estado noruego es generoso en facilitarle al baserritarra la rentabilidad, comenzando por el espectáculo insólito de orugas blindados del ejército desechados en manos de los labra- dores. Pero no es lo mismo ser baserritarra dácca que sami dedicado al reno. En las subvenciones del reno no cuenta la producción de leche, que no se considera rentable, sino sólo la de carne; también la imposición de mataderos distantes afecta a la explotación familiar, ya revolucionada por la introducción de las motonieves; y las licencias de pesca ­v. g. el salmón de los riquísimos ríos­ son cosa del Gobierno. La disposición de los propios recursos naturales y una distribución de las ayudas adecuada a las necesidades de su estructura social son, por tanto, el tema político inmediato de los samis, como de todo pueblo que viva de su medio natural. También la organización «nacional» de la enseñanza plantea problemas análogos a los que el Estado español ha sido tradicionalmente incapaz de solucionar con los gitanos, por limitarnos a este punto. Por lo que he visto en Noruega, hay una clara voluntad en el Estado de adaptar sus formas y disposiciones a las demandas de los sami. Esto ocurre en constante discusión con los implicados, si bien de una forma burocratizada, que caracteriza por lo demás al Estado noruego y a sus estrategias redistributivas. La situación parece aceptable, al menos mientras la explotación de posibles nuevos recursos naturales (hidrocarburos) no altere el statu quo. El Estado parece, pues, tanto el problema como la solución.

Sólo solución según Hegel, como lo sigue siendo para la progresía hispana. Pero, si nos fijamos en sus escritos de juventud, nos daremos cuenta de que la teoría del Estado de Hegel no hizo más que racionalizar su aguda experiencia de que un pueblo ­por grande que fuera como el alemán­ sin Estado se halla a merced de los demás y será lo que ellos quieran. La potencia de Francia y las invasiones napoleónicas avalaron esa percepción. El Estado es preciso para que pueda haber un ámbito de decisión propio. Ahora bien, la experiencia del Estado prusiano demostraba también que la solución era a la vez el problema. Hegel creyó solucionarlo declarando al Estado, en un futuro que ya se vislumbraba, representante de la razón histórica. La historia se encargó de refutarle en la misma Alemania.

En este dilema sigue debatiéndose la progresía sin solución. Quizás haya que reconocer que sólo donde 1º) se dan en la realidad, y no sólo en la teoría, motivos reales de cohesión, y sólo donde 2º) el Estado es capaz de reconocer límites, puede funcionar de algún modo. Algo de esto puede y deberá ocurrir en el ineludible reconocimiento de la entidad indígena en Bolivia, Ecuador, México; en la aceptación social y política de los nuevos proletarios inmigrados, en la versión genuinamente islámica de la solidaridad ­v. g. de Hezbollah­ o en nacionalismos emergentes como el nuestro. El mismo ejemplo de Alemania o de los integrismos (islámico o cristiano) enseña que no hay solución buena de antemano y sin peligros; pero sí sabemos ya de sobra que el Estado no se puede santificar bajo títulos como democracia y Estado de Derecho como si de algo sagrado se tratara. Ni siquiera el que podamos hacer nosotros.

No hay Estado simplemente bueno; yo diría simplemente que hay mal menor. En todo caso, las for- mas actuales de Estado están desfasadas, aunque los políticos vivan como si no existiera otra realidad. Euskal Herria es una realidad imparable. Aún tenemos que aprender, decidiendo, qué hacer con ella; y hará falta algo más que mesas de partidos, consultas e incluso independencia. -


 
Inprimatu
...Albiste gehiago
Euskal Herria
Batasuna insta al PSOE a eliminar ataques y condiciones, y al PNV a abandonar su tibieza
Jendartea
Una «mundial» Txupikalejira da la bienvenida a Marijaia
Euskal Herria
Hiru lagun espetxean dituen epai bat baliogabetu dute
Mundua
Palestinako lehen ministrordea bahitu du Israelek oraingoan
Kirolak
Un llamamiento a la unidad txuriurdin
Mundua
Israel tensa la frágil cuerda
  CopyrightGara | Kontaktua | Norgara | Publizitatea |  rss