En el amor, en el trabajo, en la cotidianidad, a veces nos encontramos ante una disyuntiva y nos vemos forzados a tomar una decisión. Sopesamos pros y contras de las posibles alternativas y damos un paso al frente. Ya no existe posibilidad de retorno. Y en ese preciso momento nos damos cuenta de que la hemos cagado.

Pasada la consternación que nos produce el error, meditamos. Nos decimos a nosotros mismos que la próxima vez sabremos cómo actuar, porque de los errores se aprende. Mentira, la próxima vez la cagaremos de igual modo. Y vuelta a empezar. Porque la única sabiduría que nos puede aportar la experiencia es el reconocimiento de nuestras necesidades. La libertad radica en la delimitación consciente de nuestro actuar.

«Conócete a ti mismo» era la inscripción en el pórtico de la entrada al oráculo de Delfos. El lugar al que acudían los antiguos griegos para preguntar a los dioses sobre cuestiones inquietantes y decisiones a tomar. Sin ese conocerse a sí mismo es inútil toda ayuda exterior, sea divina o humana.

Resulta paradójico que el desconocimiento del propio ser produzca individuos con una seguridad escalofriante. Sujetos de mirada única, de discurso monocorde y sin ápice de humor. Capaces de cambiar de ideología como de traje. Con una amnesia sobre su propio pasado que enrojecería a un camaleón. Anteayer falangistas, hoy demócratas. Ayer revolucionarios, hoy políticos profesionales. Tanto da. Siempre en la línea correcta.

Incapaces de una cierta inseguridad como componente necesario de la vida, imposibilitados para la observación del mundo desde puntos de vista diversos, sientan cátedra sobre la actuación de los demás y con un discurso vacuo nos conminan a ser buenos, a rendirnos y a disfrutar con su victoria.

Unos nos odian desde siempre, como sus padres y abuelos; es lógico. Otros, desde hace poco; les recordamos su pasado. Nos quieren en el redil. Tristes. Que cada cuatro años elijamos a nuestros amos. Ellos nos representarán. Unos, poseídos por el espíritu bricolagero de IKEA quieren montar nosecuántas mesas.

El dúo Josu Jon y Joseba, tan dinámicos ellos, nos dicen en Zarautz que no hagamos victimismo y nos legalicemos sin dar la tabarra. Graciosillo el Josu Jon.

¡Lo tienen claro! Con dudas, pero avanzamos. -