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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-08-27
Los jóvenes son hoy más hostiles debido al cambio en las pautas de crianza
En la actualidad, es evidente un aumento de comportamientos hostiles en niños y adolescentes. La sociedad ha alcanzado cotas de bienestar inimaginables, pero no todos los cambios son positivos. Expertos recalcan que el cambio en las pautas de crianza ha favorecido la aparición de trastornos en los más jóvenes.

En el transcurso del reciente curso de verano de la UPV titulado «Impulsividad y violencia en niños y adolescentes» ha quedado patente que hoy en día los comportamientos agresivos en niños y adolescentes van en aumento. Padres, educadores y profesionales de diferentes ámbitos tratan de dar solución y explicación a los conflictos que se les presentan y para los que no tienen, en muchas ocasiones, ni conocimientos ni herramientas para poder hacerles frente. Y es que, aunque la sociedad actual ha alcanzado unas cotas de bienestar que difícilmente hubieran imaginado nuestros antecesores, los cambios no han sido positivos en todos los sentidos. Estamos en una sociedad competitiva, en la que en unos años debemos alcanzar los objetivos marcados, en la que todos podemos acceder a todo sin demora y por derecho, una sociedad en la que la familia se enfrenta a la crianza de los hijos, muchas veces con unos padres cansados y estresados que desean compensar su desgaste y esfuerzo con felicidad y sin problemas. Los expertos coinciden en que se trata de una sociedad permisiva en la que se educa a los niños en sus derechos, pero nadie les comunica cuáles son sus deberes.

Cambios que tienen precio

Los cambios, aunque sean para bien, siempre conllevan consecuencias. En este caso, el cambio en los modelos y pautas de crianza ha afectado al desarrollo de las personas y ha favorecido la aparición de trastornos de conducta que están causando estragos en la generaciones más jóvenes.

Según han desvelado durante el citado curso de verano, el cambio en las pautas de crianza se ha alterado en los últimos años por avances «a los que no hay por qué renunciar», pero que son elementos esenciales en el desarrollo de comportamientos violentos en la infancia. Los profesionales deben analizar todo eso para así poder ayudar adecuadamente a las familias.

Según han subrayado los expertos, los modelos que se nos imponen tienen mucho que ver en los resultados negativos. «Se imponen los individuos infelices, sin límites para alcanzar cualquier objetivo, comportamientos inadecuados y sin valores morales, individuos sin nada por dentro» explican. La premisa «el fin justifica los medios» impera en estos días, al igual que los padres tolerantes con las actitudes intolerantes de los hijos y los profesionales del trauma, «ya que el ‘no’ no existe».

Aeste respecto, la sicóloga y sicoterapeuta donostiarra María Asunción Ortego, que impartió la confe- rencia titulada «Pautas de crianza y problemas de conductas:¿niños trastornados o mal criados?», reconoció que ser padre «es una aventura de alto riesgo», pero insistió en que los padres «deben asumir sus responsabilidades» en la educación de los hijos, ya que, según dijo, la soledad y la falta de atención son factores determinantes en la proliferación de los trastornos de conducta.

«Los niños vienen sin manual de instrucciones, pero los padres también han sido hijos y esto debe servirles de pauta», agregó la experta, quien se refirió además a los drásticos cambios sociales acaecidos en los últimos años.

Comentó la sicoterapeuta que desde que en la década de los 80 aparecieron los «niños-llave», que lucían estos objetos metálicos en sus cuellos para poder entrar en casa cuando no estaban sus padres, hay pequeños que pasan «muchas horas» solos por diferentes motivos que requieren, a su juicio, una respuesta global que incluya también a los servicios sociales, sanitarios y educativos.

Citó también el caso de madres solas que trabajan muchas horas para sacar adelante a sus descendientes, el de progenitores que «no asumen sus responsabilidades» y no quieren renunciar a nada, o el de aquellos padres que simplemente no lo hacen adecuadamente.

Ortego puso de relieve además las «exigencias sociales» cada vez mayores a las que están sometidas las personas que «deben llegar a todo y además hacerlo bien» lo que constituye, a juicio de la sicóloga, la «primera premisa para el fracaso». «Suele pasar que fallamos en lo que más cerca tenemos y, en este caso, es la familia», lamentó y recalcó que «vivimos en una sociedad que nos exige demasiado y en poco tiempo».

La cuestión es que las pautas de crianza y de conducta están relacionadas. Así, los trastornos de conducta debidos a una «mala» crianza, es decir a las carencias en la relación entre padres e hijos, pueden tener consecuencias negativas. Los expertos coinciden en que los niños que presentan trastornos son niños que buscan la satisfacción inmediata «porque saben que lo que esperan, lo no material, no va a llegar, y se conforman con tener el objeto». Son niños intolerantes y que buscan consumismo material en lugar de atención y cuidados.

Agregan que estos niños y jóvenes suelen tener un déficit de valores, normas y límites, y una falta total de empatía con sus progenitores. Debido a esa «mala» crianza las conductas impulsivas y violentas pueden «desembocar en maltratos, toxicomanía, ludopatía o bulimia nerviosa». En lo que al sexo se refiere, aseguran, desembocarán en promiscuidad adolescente y embarazos no deseados. Por eso, es importante descifrar el por qué de estos comportamientos para tratar de resolverlos.

La función de los padres

En cuanto a la relación que deben tener padres e hijos, Ortego opina que los adultos deben imponer una «jerarquía consistente», lo que no significa que «sean incapaces de entender y expresar sentimientos». Por eso, trabajar con los padres mejora los estilos de apego y las habilidades parentales y permite a los expertos ofrecer a las familias soluciones adecuadas. Dichos problemas se resuelven mejor si se tratan tempranamente, ya que a medida que los jóvenes crecen, el pronóstico no suele ser bueno.

Así, los profesionales necesitan conocer las pautas de crianza y de conducta para poder entrar en las claves del problema y poder aplicar un tratamiento específico para cada caso. Entender y favorecer el desarrollo de vínculos entre padres e hijos, ése es el deber del terapeuta.

En cuanto al deber de los progenitores, Ortego concluye que «hay que decirles a los hijos lo que deben hacer, pero también hay que predicar con el ejemplo». -

DONOSTIA



Emociones, empatía y alexitimia: aprendizaje desde la infancia
Iñigo Ochoa de Alda Martínez de Apellaniz, ­Profesor de la facultad de Psicología de la UPV-EHU y presidente de la Asociación Vasca de Psicoterapia Dinámica y Sistemática­ dio comienzo al curso sobre impulsividad y violencia en niños y adolescentes, introduciendo a los asistentes a varios conceptos que desarrollarían posteriormente. Así, explicó las características de las emociones, la impulsividad y la violencia. Ochoa, recalcó la importancia de la regulación emocional, ya que cuando existe una mala regulación surgen alteraciones transitorias ­ansiedad, excesos comportamentales­ y crónicas ­procesos psicopatológicos­. Pero además de esta regulación, se encuentra la expresión emocional y su comprensión por parte del receptor, es decir, la empatía. «Las emociones y la empatía se aprenden y se regulan en la infancia. Si los padres son empáticos y los vínculos establecidos son adecuados, el niño podrá manejar adecuadamente sus emociones y así ser empático con otras personas». Si no se dieran estas circunstancias, explicó, podrían producirse desencuentros en los que la violencia podría tomar protagonismo. Iñigo Ochoa también mencionó la importancia de identificar los sentimientos. «La dificultad a la hora de describir los sentimientos se identifica como alexitimia. Esta incapacidad también conlleva una pobreza de fantasías». Explicó que los sujetos con alexitimia padecen alteraciones como fallos en la simbolización, poca expresividad emocional, impulsividad y dificultad de empatizar.

Todo ello, según alertó, conlleva al sujeto a no manejarse adecuadamente en las situaciones estresantes que les presentan en las relaciones interpersonales, siendo propensos a las descargas impulsivas. «Hay más probabilidades de que los sujetos que no procesan de modo adecuado las emociones recurran a la violencia como modo de expresión», apuntó. Por lo tanto, explicó que la poca expresividad emocional y el desconocimiento de lo que le ocurre a uno, va a llevar al sujeto a una situación de ansiedad y frustración, en donde la impulsividad se convierte en descontrol que junto a la dificultad empática puede llevar al sujeto a crear expresiones violentas.


 
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