WASHINGTON
A dos meses de las elecciones parlamentarias de medio mandato en EEUU, la matanza en Irak continúa. El Gobierno de George W. Bush no podrá esgrimir la «seguridad» como banderín de enganche de su política ante grave situación que se vive en el ocupado país.
El Pentágono admite que la situación ha empeorado y, en la noche del jueves, anunciaba el aumento hasta 140.000 el número de su fuerza de ocupación, cuando hace apenas unos pocos meses la posibilidad de reducir el número de ocupantes se veía en Washington como una prioridad para «dulcificar» los efectos de la guerra ante la opinión pública estadounidense.
Esta semana el jefe militar ocupante, el general Casey, dijo que sus aliados iraquíes podrían asumir el control del país dentro de 12 o 18 meses con «muy escaso» apoyo de EEUU.
Sin embargo, el aumento de las bajas estadounidenses 64 en agosto y dos ayer en combates con la resistenciainclina a pensar que los planes de EEUU están en manos de la guerrilla.
Asimismo, según el informe trimestral del Pentágono presentado ayer al Congreso, «se están dando las circunstancias propicias para que se desate una guerra civil en Irak, sobre todo en Bagdad y alrededores».
Así, la violencia sectaria se cobró en la noche del jueves la vida de 64 personas y dejó 280 heridos en una ola de atentados en el este de Bagdad. Los ataques, todos ellos en media hora, incluyeron explosivos colocados en apartamentos, coches bomba y varios ataques con cohetes y mortero contra barrios predominantemente chiíes.
El jueves resultaron muertas 85 personas en Ira, y otras 77 el pasado miércoles.
El primer ministro, Nuri al Maliki, decía que las fuerzas locales leales a EEUU deberían tener el control de la mayoría del país para finales de año.
Entretanto, Bush, camino del desastre absoluto, defiende ahora el genocidio de Irak como un «combate ideológico decisivo en el siglo XXI» contra «los sucesores del fascismo, del nazismo, del comunismo y otras tendencias ideológicas totalitarias del pasado siglo».