Karolina ALMAGIA
Noche mágica con Silvio
Saludo con el «Escaramujo» y se despidi0 con «La gota de rocío», dejando atras una noche que quedará en el recuerdo de las miles de personas que llenaron el sabado el pabellon del BEC en Barakaldo. Treinta canciones, carne de gallina y magia, mucha magia. Silvio estuvo allí.
Hacía bastantes años que Silvio Rodríguez no se dejaba oír por estas tierras. Allí estábamos todos y todas esperándole, los de siempre esa generación marcada por tantas impagables canciones y algunos incorporados más recientemente al club de los silvistas. Todo hacía presagiar una noche mágica, y así fue. Tocaron las diez y salió primero el Trío Trovarroco (guitarra, contrabajo acústico y tres), con el percusionista Oliver Valdés, recibidos con una ovación que presagiaba que la temperatura ambiental iba a ser muy alta. Silvio apareció pocos segundos después que la joven flautista Niurka González su actual mujer, con la que tiene una hija, la pequeña Malva y el Bilbao Exhibition Centre pareció tambalearse. Camiseta negra, gafas, poco pelo y algo de barriga, pero la voz de siempre. Cantó “Escaramujo” y dio las buenas noches. Tuvo un recuerdo después para Richard Egües, un reconocido flautista cubano que acaba de morir con 92 años. Y siguió con “Casiopea” y “Días y flores”, coreada por el público, que ya no paró de hacer de orfeón en toda la noche. Sonaba aún el último verso «la rabia es mi vocación» cuando rasgó el recinto un grito: «¡Silvio, te queremos!». Fue una de las pocas veces que sonrió. «Gracias. Yo también a ustedes». Habló poco, Silvio. Pero cantó mucho. Ycantó, sobre todo, canciones emblemáticas de toda su carrera. Sólo hizo una referencia al disco que, en teoría venía a presentar, titulado “Erase que se era”. Y contó que está formado por temas hechos hace muchísimo tiempo, que estaban sin grabar. «Son canciones prácticamente desconocidas. Excepto para los troveros, que se conocen hasta las que voy a hacer». No había transcurrido mucho tiempo cuando se dispuso a leer un poema de un amigo suyo, al que presentó como «el mejor poeta de mi generación». «¡Tú!», sonó en ese momento desde el patio de butacas. «¡Qué va!, ni remotamente», protestó él. El poema resultó ser “Halt!”, de Luis Rogelio Nogueras, un estremecedor recorrido por el campo de exterminio de Auschwitz, que acababa diciendo: «pienso en ustedes, judíos, y en vuestro largo y doloroso camino y no acierto a comprender cómo olvidaron tan pronto el vaho del infierno». No hace falta describir el atronador aplauso que le siguió. Continuó el concierto, entre gritos de “Gora Cuba”, “Viva el Ché Guevara” y “Viva Fidel”. «Claro, que viva», contestó al fin Silvio. Y, aunque no hubo ningún discurso político, el trovador cubano dejó clara su postura con varios versos y canciones esclarecedoras: «Vivo en un país libre, cual solamente puede ser libre, en este mundo, en este instante», de la canción “Pequeña serenata diurna”, o «para darme un rinconcito en sus altares, me vienen a convidar a arrepentirme, me vienen a convidar a que no pierda, me vienen a convidar a tanta mierda (...) yo me muero como viví» de “El necio”. En algún momento, dejó el protagonismo al Trío Trovarroco, que aprovechó para homenajear a Compay, pero enseguida regresó para cantar, en solitario, temas tan hermosos como “¿A dónde van?”y “Sueño con serpientes”. De nuevo con el grupo, nos regaló otras viejas canciones como “La gaviota”, “Canción del elegido”, “Una mujer se ha perdido” y “Corazón”, entre otras, algunas con arreglos sorprendentes. Con “La era está pariendo un corazón” empezó a despedirse. Pero no podía irse sin entonar “Ojalá”, que muchos pesados llevaban pidiendo desde el principio y a los que él había emplazado mucho antes «¿Tienen prisa? ¿Se quieren ir de copas?». Cantó, finalmente, la canción que más fama le ha dado. Y se fue, pero en seguida volvió. Y, aunque en algún momento se le quebró la voz, siguió regalando canciones entre gritos apasionados de «¡Silvio, Silvio!». El BEC entero puesto en pie, pataleos en las gradas cada vez que el trovador se marchaba, y nuevos bises. Finalmente, con las luces encendidas, “La gota de rocío” puso la carne de gallina a más de uno. Y fue así que, acompañado de miles de gargantas ya casi afónicas, el cantautor cubano se despidió del público vizcaino, quien, automáticamente, pasó a envidiar a los que hoy en el Baluarte de Iruñea y el 6 y 7 en el Kursaal de Donostia vivirán sus respectivas noches mágicas con Silvio Rodríguez. -
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