Debilidad generalizada, desmotivación, pérdida de apetito, disminución de la capacidad de concentración, insomnio, irritabilidad... Los sicólogos no paran de repetir que el denominado síndrome posvacacional existe y que cuenta con sus propios síntomas, aunque subrayan que para poder afirmar que alguien padece esta dolencia debe presentar los síntomas durante más de dos semanas. La mayoría de los siquiatras, por su parte, no comparten la opinión de los sicólogos, y opinan que el síndrome posvacacional ni es síndrome ­porque no existe un conjunto de síntomas que muestren una enfermedad­ ni es «post» ­porque puede aparecer antes, durante o después­ ni es vacacional­porque tiene que ver con la vuelta al trabajo, no con las vacaciones en sí­, y explican que el malestar generalizado no es sino el fruto de un desajuste de los hábitos. Aclaran que mientras duran las vacaciones las costumbres de las personas cambian, y que el síndrome posvacacional sólo es una manera de denominar el malestar que se siente al tener que rehabituarse a la rutina.

Lo llamen como lo llamen, lo cierto es que nadie se salva de padecer ese malestar que a algunos afecta levemente y a otros en mayor medida, llegando incluso a padecer una sensación de «angustia vital» que puede llegar a causar depresiones importantes.

Periodo de adaptacion

Aunque llegar a este extremo no suele ser lo más habitual, algunos sicólogos aseguran que sucede, y dan una serie de recomendaciones para impedir su aparición. Si, aun cumpliendo los consejos a rajatabla los síntomas permanecen pasados unos quince días, aconsejan acudir a un especialista e incluso se atreven a presentar el perfil del trabajador que puede padecer el síndrome; un hombre de entre 25 y 40 años que trabaja cara al público. Entre los profesionales a los que más afecta la vuelta al trabajo destacan los médicos, periodistas, funcionarios y educadores.

No todos comparten esta opinión, y son cada vez más los especialistas que niegan la existencia del llamado síndrome posvacacional como patología o enfermedad. Sin embargo, reconocen que la rehabituación a la rutina y a las tensiones diarias pueden causar un malestar general que, aunque no pueda calificarse como enfermedad, afecta al rendimiento de las personas hasta que se adaptan a la marcha diaria.

Explican que cada persona tiene su biorritmo y que organiza sus quehaceres diarios en base a este. El problema surge cuando el biorritmo se ve alterado, que es lo que sucede durante el período vacacional; se reduce el tiempo dedicado al trabajo y aumenta el destinado al descanso. Si a esto le añadimos un cambio de hábitos ­del horario del sueño y de las comidas­, el biorritmo se ve afectado. El cuerpo se habitúa a estas costumbres y, al volver al trabajo, resulta costoso acostumbrarse a la rutina anterior.

Giro del panorama laboral

Otros van más allá y aseguran que el problema no reside en la simple vuelta al trabajo, que no se trata del desajuste con el que nos topamos al tratar de restituir la rutina a la cual hemos acostumbrado el cuerpo. El problema de fondo, según afirman, está en el giro que ha dado el panorama laboral.

Los especialistas recalcan que vivimos en un entorno laboral cada vez más competitivo y donde las relaciones con los compañeros de trabajo son casi nulas. Según dicen, sería ese choque brusco entre la tranquilidad de las vacaciones y la presión de la vuelta al trabajo lo que causa la aparición de ese conjunto de síntomas, al que muchos han etiquetado como síndrome posvacacional. -

DONOSTIA