Alarde de Hondarribia. Vuelvo a desfilar después de once años ausente. Lo hago tras recorrer un camino que me ha llevado a la convicción de que no puedo seguir de brazos cruzados ante una causa justa que se me presenta tan cercana. Muchas veces, dolorosamente cercana. Voy a desfilar con la Compañía Jaizkibel, junto a esa minoría que lleva más de una década reivindicando un derecho elemental: el de la participación festiva en pie de igualdad sin discriminación de sexo.
Pero sucede que a esa causa, justísima, le siguen otras que se han ido añadiendo en esta larga trayectoria: la libertad de expresión, el respeto a la minoría, el derecho de manifestación, la convivencia entre diferentes o la tolerancia, por citar algunas. Son «defensas colaterales» que se han adherido al origen de esta lucha. Eso es hoy lo que representa para mí Jaizkibel y era demasiado como para no sumarme a esta compañía, con minúscula, para compartir el pan (cum-con, panis-pan) y lo que venga.
Lo que venga es precisamente lo que me interesa. Supongo, espero, que han de venir muchas más personas que sientan todas estas causas como merecedoras de apoyo, que despojadas de prejuicios (los cito porque los tuve) hagan suya esta bandera y den un paso que nos ayude a crear una comunidad cohesionada y diversa a un tiempo.
Pero hablemos claro; no sólo han pesado los prejuicios. También cuentan los miedos, las persecuciones, el vacío social que, si no alentado, ha estado permitido por omisión. Exijamos a los poderes públicos, Alcaldía a la cabeza, que decididamente asuman una realidad que siendo minoritaria merece el amparo que hasta la fecha se le ha negado. Por la vía de los hechos se ha procedido a retirar a quienes defienden estos principios la carta de ciudadanía; se ha ordenado y ejecutado una muerte civil. De paso ¿qué tal el cumplimiento de la ley?
Hace exactamente un año escuché en boca del todavía alcalde de Hondarribia una frase que supuso un acicate para tomar la decisión de desfilar hoy. Decía Borja Jáuregui: «Parece mentira que diez años después estemos así». Efectivamente. Parece men- tira que esto lo diga quien ha sido incapaz de aportar una solución al problema de convivencia más grave que sufre el municipio que gobierna. A la vista que dejaba en manos exclusivas de la ciudadanía lo que él no ha querido fomentar (igualdad, convivencia, tolerancia, respeto) me sentí moralmente obligado a dar pasos con quienes lo entendieron mucho antes que yo.
En los próximos meses vamos a asistir a un relevo en el Ayuntamiento y en la Alcaldía. Saquemos conclusiones de lo ocurrido hasta ahora y miremos al futuro: ¿escucharemos dentro de una década «parece mentira que veinte años después estemos así» en boca de quien ocupe entonces la Alcaldía? Estamos a tiempo de evitarlo. ¿Quién se anima a compartir el pan, la fiesta y las causas justas?
Xabier Lapitz - Periodista