Un día después de que el subsecretario de Defensa, Tom Watson, y seis secretarios de su partido anunciaran el abandono de sus cargos, el primer ministro británico, Tony Blair, volvía a dejar claro que sólo él decidirá cuándo y cómo anuncia la fecha de su partida. La popularidad de Tony Blair está por los suelos. También en esto, el artífice del New Labour sigue la estela de su aliado George Bush. Según los últimos sondeos hechos públicos por los rotativos “Sunday Times” y “The Guardian”, una mayoría de los británicos apuestan por el abandono inmediato del premier y, lo que es más grave para los intereses del laborismo, el nuevo cabeza de cartel del Partido Conservador, David Cameron, aparece como el próximo inquilino en Downing Street.

Ajeno a los datos de las encuestas, y también al creciente malestar que su negativa a deshojar la margarita ha provocado en su partido, Tony Blair se limitaba ayer a confirmar lo que ya era sabido, que la conferencia que el laborismo celebrará este otoño será la última de su carrera política y que dejará su cargo en los próximos doce meses. Con la decisión de esperar para realizar su anuncio, Blair se arriesga a someter a un desgaste innecesario a su partido, al bloquear de facto el proceso de elección del futuro candidato o candidata. De hecho, la imagen que proyecta hoy el laborismo es la de un movimiento atravesado por las luchas intestinas. De hecho, algunas de las figuras que afloran en la soterrada carrera a la sucesión no encajan dentro del reparto de influencias tradicional del partido, de las distintas sensibilidades políticas que se dan en el laborismo, sino que parecen guiarse por la sola lógica de retener el gobierno.

¿Por qué no abandona Blair? ¿Por cumplir la promesa de completar mandato que realizó tras recuperarse de un achaque de salud en 2004, tal como repiten sus partidarios? ¿Está obsesionado, como expresan sus detractores, por aguantar como sea hasta julio de 2007, y pasar a la historia como el líder laborista que más tiempo ha permanecido en el 10 de Downing Street?

Los debates en clave de reyerta interna no deberían dejar perder de vista la cuestión central: ¿el New Labour sobrevivirá a la partida de Blair o cabe albergar esperanzas de que el laborismo renueve en clave progresista su oferta política tras una década de cultivar el liberalismo económico y el belicismo en política exterior? -