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Gara > Idatzia > Iritzia > Jo puntua 2006-09-12
Belén Martínez - Analista social
Estambul

Junichiro Tanizaki, en “El elogio de la sombra”, alude al efecto estético y al poder sugestivo de la sombra. Lo expresa así: «Cuando los occidentales hablan de los ‘misterios de Oriente’, es muy posible que con ello se refieran a esa calma algo inquietante que genera la sombra». La misma calma sosegada que turbaba a Pierre Loti (Julien Viaud), al intentar descifrar el enigma de la luz: desde el esplendor matinal, pasando por las diferentes tonalidades del azul sombreado y crepuscular en la plaza de la mezquita Yeni-Djami, hasta la obscuridad reinante en los pequeños cafés del bazar de Estambul.

Puedo imaginar al autor de “Ramuntcho” evocando esa luminosidad durante su retiro en Bakhar Etchea.

Se ha dicho, y escrito, que Estambul es el puente entre Oriente y Occidente. Yo pienso que Estambul es Oriente y Occidente, y que tenue y difusa es la línea que los «separa» o «divide». En Estambul, Oriente y Occidente se propagan. Como la luz que resplandece al despuntar el alba y se desvanece al caer la tarde...

Me fatiga la efigie omnipresente de Mustafá Kemal, Atatürk, fundador de la República de Turquía en 1923. Con la abolición del califato, en 1924, nacía el estado laico. En la actualidad, las mujeres no pueden llevar turban ni yachmak (modalidades de pañuelo o velo) en la universidad y las oficinas públicas. Esto es lo «más sobresaliente» de la laicidad turca. Sin embargo, a Erdogan y a su partido, Partido de la Justicia y el Desarrollo (calificado como «islamista moderado» por los medios), no parece importarles demasiado el hecho de que las mujeres (musulmanas o no) puedan acceder a la parte central de Sulta-nahmet. ¿Quién garantiza el acceso real y simbólico a los espacios del arte y el co- nocimiento?

Al ver cómo algunos niños correteaban en la zona reservada a los hombres y cómo los turistas varones podían fotografiar esa sección, pregunté al encargado de la misma por qué se impedía la entrada a las mujeres, indicándole que, durante la visita a otra mezquita de la ciudad, había coincidido con los alumnos de la madrasa. Me preguntó si éramos iraníes. ¡Iraníes! Como si en la historia del Islam no hubieran existido espacios para facilitar la asistencia y divulgar la labor de las mujeres que enseñaban el Corán ­a mujeres y a hombres­ y las aportaciones de las faqihas y muftís. Curiosamente, esto no va con esa República laica. Paradojas e ironías. Luces y sombras. -


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