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Gara > Idatzia > Euskal Herria 2006-09-22
ARRANCA EL MAYOR JUICIO POR «KALE BORROKA»
«Tememos que nos vuelvan a usar como conejillos de indias»
Hace diez años, el auge de la «kale borroka» fue respondido en Nafarroa con una interminable redada. El caso se empieza a juzgar hoy: quedan doce acusados y 401 años de cárcel en juego, más que nunca. Los afectados explican a GARA que esperan que el Estado «no nos vuelva a usar como conejillos de indidas».

Arantxa Rus cuenta antes que nada que le acaban de comunicar su despido, «así que ya estoy en la empresa más grande». Junto a ella, Mikel Auza bromea con que cuando a ambos les detuvieron, en 1997, ciertos medios afirmaron que eran pareja «pero ni siquiera nos conocíamos». En la conversación no cesan las bromas. El sentido del humor aparece como el único mecanismo posible de autodefensa en vísperas de que hoy comience el mayor juicio conocido por kale borroka. Y es que ellos dos y otros diez navarros se enfrentan a una petición fiscal de 401 años de cárcel por hechos ocurridos hace más de una década.

En víspera del inicio, Arantxa Rus, Mikel Auza y Carlos Iñigo han contado sus impresiones a GARA. Los gestos se tornan serios cuando sobre la mesa se ponen los años y años de cárcel solicitados por el fiscal. A Auza, por ejemplo, le piden once bajo la acusación de «romper unos cristales de unos bancos. Y eso que al principio decían que lo había quemado», ironiza. En el caso de Rus son 56, más o menos el doble de los que ella tiene ahora, por «un autobús, dos sucursales, dos delitos de lesiones a policías municipales...» Para Carlos Iñigo se piden 15.

El volumen de la petición fiscal es uno de los elementos más impactantes y estremecedores. El otro es el momento elegido para la vista, después de que el procedimiento estuviera parado durante casi una década entera. ¿Qué lectura hacen de ello los acusados? Su diagnóstico es similar. Arantxa Rus habla primero: «Está claro que no puede haber otro objetivo que tratar de interrumpir el proceso, o al menos condicionarlo. Ylanzar además una especie de aviso de que estas cosas no se les olvidan». Carlos Iñigo sigue: «Están viendo que sigue habiendo acciones de protesta en la calle, y seguramente quieren intentar pararlas así». Y Mikel Auza recuerda que algo idéntico ocurrió hace diez años, cuando fueron detenidos en esta intermi- nable macrorredada que se llevó por delante a 90 personas cuando la kale borroka era una realidad diaria, especialmente en Nafarroa: «Entonces fuimos una especie de conejillos de indias para ellos, y nos tememos que ahora podamos volver a serlo también», resume.

La hemeroteca no deja dudas de aquella redada fue vendida como un castigo ejemplarizante por parte del Gobierno del PP. Se acababa de cambiar la norma para que todas estas acciones fueran juzgadas como «terrorismo»... y en Madrid.

Incomunicados a los 16 años

Así, todos los detenidos fueron incomunicados. Y cada arresto, tras los interrogatorios, traía otros más. Auza, Rus e Iñigo acababan de entrar en la mayoría de edad, pero fueron muchos los menores detenidos, «y a los 16 años, con la situación que encuentras en los calabozos durante tres días, puedes acabar ‘cantando’ cualquier cosa», recuerda Arantxa Rus.

Carlos Iñigo relata que cuando fue detenido le quedó claro que «allí no había ninguna investigación. Simplemente, a base de palos intentaban que declararas algo que no habías he- cho. Que te autoinculparas o que inculparas a otros».

Iñigo es vecino de Atarrabia, y no tarda en aparecer en la conversación uno de los episodios más significativos de cómo se produjo aquella operación. «Once chavales del pueblo fueron a la Audiencia de Iruñea a presentarse voluntariamente. Pero entonces estaban cambiando la sede, y de la Audiencia vieja les mandaron a la nueva. Por el camino los detuvie- ron e incomunicaron. ¿Por qué?», preguntan. No hay muchas dudas sobre la respuesta.

En el juicio que comienza hoy se subrayarán los errores clamorosos de la acusación. Se apunta por ejemplo que a Txarli Montoya (once años de petición fiscal) se le imputa un ataque a un cajero automático un día en que estaba siendo operado en un hospital. Y Asier Varela había «fichado» en el trabajo otro día en que se cometió uno de los sabotajes por los que se reclama que esté 37 años en prisión.

Para Carlos Iñigo, la única posibilidad de hacer frente a esto pasa por «que desaparezcan la Audiencia Nacional y la incomunicación», lo mismo que se reivindicará hoy en numerosas concentraciones por toda Euskal Herria.

La influencia que pueda tener la actual situación política sobre el desenlace del juicio vuelve a aparecer en la tertulia. Iñigo valora que «estamos en un proceso importante en el proceso de democratización de Euskal Herria, y tanto el Estado como la izquierda abertzale están peleando para ver quién lleva las riendas de ese proceso. Ahí encajan estos juicios, el incremento de la represión, la situación de los presos...» Y alerta en este punto de que «si dejamos que sea el PSOE quien lleve las riendas, tendremos por delante otros 25 años de autonomismo».

Vidas condicionadas

Las reflexiones políticas se intercalan con las personales. Rus debe atender una llamada telefónica porque se le acumulan las gestiones: tiene que hacer papeles para encomendar a sus padres la custodia de su hija, por si acaso. Arantxa estaba embarazada cuando fue detenida, así que los nueve años de vida de su hija los ha pasado con la espada de Damocles del juicio sobre su cabeza. Y ahora ha tenido que explicarle por qué se tiene que ir a Madrid.

En estos años no ha podido meterse en un piso ni estabilizar su vida. La sombra del juicio pendía siempre sobre su futuro. Visto así, son ya diez años pagando condena. Antes los juzgaron los medios:«Dijeron que éramos unos desarraigados». Desde hoy, la Audiencia Nacional. -

IRUÑEA


 
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