Prometo jubilarme cuando mi mente no dé para más y diga más tonterías que en la actualidad. Siento pánico a quedar como un bocazas para la historia o provocar un conflicto mas allá de los pequeños que tienen su gracia. Como los dichos del supuesto personaje jefe superior de una entidad religiosa antidemocrática y muy rica, que nos relega a la época más rancia del Medievo, con sus comparaciones odiosas y con citas lejanas ofensivas para los «infieles». Y éstos, igualmente retrógrados, hablan de conquistar Roma para su fe, vaya susto, cuando aún, al igual que nosotros, no han conquistado, entre otras cosas, la igualdad de género para sus oprimidas o asustadas creyentes.
Juro que la turba de barbudos y los alzacuellos me producen repelús, cuando no aburrimiento, por ello también me preocupa verme algún día predicando como ellos, que no hay más Dios que el que me gusta y mejor fe que la que profeso.
Y es que en nombre de esa cosa extraña tan difícil de explicar se asusta, se reprime o se manipula, y son tales las actuaciones encaminadas a producir daño en el prójimo, que diariamente se recuerda con actos lo que ellos han pregonado: la correcta vida a costa de la felicidad ajena, la libertad es mal vista contra lo que pregonan ideal, la sumisión a Dios ser superior y de infinita cólera... Les es más fácil hablar de cielos e infiernos que movilizar y concienciar al que sufre de una u otra forma y lograr así un cambio social y la salud mental que tanto cuesta lograr y mantenerse libres de represiones confesionales.
Estamos ante falsas teorías que niegan incluso lo que Darwin defendió; con estos actos y dichos volvemos a la edad de las pinturas rupestres, al eructo y al hombre y el oso comparándose en belleza, porque a los líderes religiosos les ha dado por interpretar los cuentos o historias más atractivas de todos los tiempos, cuya realización se la achacan nada más y nada menos que al mismo Dios, y contra esto no se permite razonar ni opinar.
Les ha venido la edad del retiro con viajes a Benidorm, pero no lo desean, nos arengan al suicidio del enfrentamiento o la inmolación, mientras que ellos siguen viviendo como agitadores del odio, sabedores de su poder ante la masa adoctrinada y manipulable.
Lo dicho, prometo que cuando llegue a ver asombro en las caras de quienes me escuchen, lean o vean lo que hago, me jubilaré y aunque no iré al cielo estaré muy bien y disfrutando de la vida, guste o no, y lejos muy lejos de sus dioses y de los hombres armados hasta los dientes que sólo sirven para suicidarse por otros. -