Hoy se presenta en Donostia el documental “Llach: la revolta permanet” relativo a la alevosa matanza de Gasteiz del 3 de marzo de 1976 y al memorable concierto ofrecido 30 años después en la misma ciudad.Aquella acción de terrorismo gubernamental que impresionó fortísimamente en todo el Estado y Europa, todavía hoy no ha sido resuelta. Pero hubo una singular actitud que merece ser recordada. El cantautor Lluís Llach, sobrecogido por la tristeza y el dolor, aquella misma noche empieza a elaborar su homenaje poético, cuando todavía suenan las «campanas a muerto».
Con motivo del treinta aniversario, el pasado mes de marzo se organizó en Gasteiz un cálido homenaje a los cinco trabajadores fallecidos. Era un deber moral asistir masivamente a tan emocionante y reivindicativo memorial. Y así fue. El pabellón Arena se transformó en un templo de altísima espiritualidad que se expandió por el recinto.
Asimismo, el acto significó un gesto de reconocimiento a todas las víctimas del terrorismo gubernamental del Reino de España y admiración colectiva del pueblo vasco a quien desde Catalunya, como siempre, nos acercó un mensaje tan íntimo, sincero y emotivo.
El acto de homenaje en su versión de cantata fúnebre por sus especiales características emotivas y compositivas de enorme expresividad, de profunda evocación sentimental con la interpretación en la cuidad y en presencia de familiares y muchos testigos de los hechos, adquirió un indescriptible valor espiritual. Asimismo, el concierto adquirió una enorme dimensión artística con el imprescindible acompañamiento coral, en esta ocasión del majestuoso Donostiako Orfeoia, y la orquesta Sinfonía Gasteiz con 70 jóvenes músicos bajo la precisa y entregada dirección de Enrique Ricci.
Plásticamente asumió unos notables valores simbólicos y representativos. Así, la disposición del escenario rectangular con un vértice en el centro permitía señalar, como figuración de la motivación inicial, una primera posición avanzada del autor y su piano; posteriormente, rodeándole sus habituales músicos colaboradores y la orquesta, y cerrando la plataforma las dos secciones del coro vestidas de riguroso negro. Las víctimas y familiares delante, como destacados destinatarios del homenaje musical. Detrás, de acuerdo a la arquitectura circular del pabellón, los miles de asistentes rodeando y respaldando a los protagonistas del memorable acto.
La emisión plenamente extrovertida y profundamente pasional del poeta escuchada en un rotundo silencio ante un entorno de tristeza colectiva y rebelión histórica producía un inmenso eco, inaudible pero palpable, que repercutió y activó todos resortes emocionales de los partícipes en una completa confluencia de complicidades. La brillantísima interpretación del réquiem condujo a un final inconmensurable de arrebato colectivo, que con la repetición de la parte inicial, la que contiene la sentencia sentimental de Llach, introdujo una apoteosis plena y atrevida de exaltaciones, con una trágica felicidad expresiva que se evi- denciaba indisimuladamente. Pocas veces se podrá salir de un auditorio con tanto dolor contenido, entusiasmo social y riqueza espiritual. Asimismo, resulta tan difícil como bello intentar pensar en todos los sentimientos que acompañaron y percibieron los familiares de los cinco mártires del trabajo en Euskal Herria.
“Campanades a morts” se convertirá, sin duda alguna, para disfrute de quienes hemos podido asistir o escuchen su grabación, en un bien cultural, en un patrimonio musical inmaterial, que deberá ser perpetuamente recordado para conocimiento de generaciones futuras. Un monumento sonoro.
Desde esta tierra que no olvida y sabe reconocer a quienes honran su historia con la generosidad sentimental de un gesto para la humanidad, permanecerás siempre en nuestra memoria, ¡Moltes gracies, Lluís Llach, Eskerrik asko¡ -