Bukowski va a estar presente de alguna manera en el Zinemaldia a través de su contribución a la cinematografía de Barbet Schroeder, y esto me hace pensar sobre el posible comportamiento del escritor, que amaba entrar y no salir de los bares tanto como odiaba ir a ver una película.
De seguir vivo, en Donostia tendría que ir a las fiestas privadas en calidad de invitado a barra libre, porque el horario de cierre no se modifica para los negocios hosteleros, salvo para las discotecas el fin de semana en una hora.
Sí se incrementan, en cambio, los servicios de taxi y los buses nocturnos o búhos. De todo ello deduzco que se produce un desplazamiento masivo equiparable al de Semana Grande, con el consiguiente desfile de gente hacia sus casas una vez terminados los fuegos.
El cinéfilo público donostiarra copa las últimas sesiones de cada jornada, retirándose después para estar frescos a la mañana siguiente y acudir a la primera y madrugadora película de la Oficial, sin tiempo material para tomarse ni tan siquiera un helado.
De ser así, no veo objetivamente otro sector beneficiado que el del transporte, más ahora con los controles de alcoholemia y la perdida de puntos.
Ayer me tocó llevar el coche al taller y, aunque me lo arreglen para el lunes, la idea del parking ya me resulta disuasoria en sí misma. Propongo el siguiente slogan municipal: «Durante el festival déjate llevar». -