DONOSTIA
Nada podría dañar más la sensibilidad de muchos norteamericanos en materia deportiva que sus doce mejores golfistas del momento, liderados por el deportista mejor pagado del mundo, Tiger Woods, regresaran a casa el lunes con otra derrota en la Copa Ryder frente a Europa. En el K Club de Dublín, la sede de la Ryder, llueve incesantemente y el fuerte viento juguetea con las bolas de golf. La cola del huracán Gordon se pasea también por Irlanda y los capitanes intentan convertir en piña a sus doce golfistas que compiten entre sí semana tras semana. En medio de ese ambiente, la anfitriona Europa gana en las apuestas.
Europa se impuso tanto en The Belfry (Inglaterra) como en la última de 2004, ésta la más humillante de la historia y, además, a domicilio (Oakland Hills). El golf es un deporte multitudinario en los Estados Unidos. Los casi 30 millones de golfistas censados son el motor de una industria que mueve millones y cuya maquinaria no deja de crecer.
En la Europa continental, salvedad hecha con el Reino Unido, este deporte se populariza a un ritmo cada vez más elevado, pero en modo alguno se asemeja a lo que se vive al otro lado del Atlántico. Pese a estos parámetros distintos, que establecen también enormes diferencias en el número de jugadores profesionales, su calidad, la importancia de sus circuitos (Ligas profesionales) y sus montantes en premios, Europa domina a los estadounidenses en la Ryder.
Este duelo mantiene intacto su esencia: no se juega por dinero. El honor y un pequeño trofeo de alzada menor a medio metro es lo único que estos 24 millonarios buscan desde hoy en un campo diseñado por Arnold Palmer y con sólo 15 años de antigüedad.
De los jugosos ingresos que se consiguen gracias a la Copa Ryder, los jugadores no verán un solo dólar. Este año, y por vez primera, los organizadores destinarán 6.000 euros a cada golfista europeo para que puedan cubrir parte de los gastos que generan los familiares directos que acudan.
Primeras parejas
Olazabal, que regresa a la Ryder siete años después jugará su séptima edición, se gastó de su bolsillo más de un millón de pesetas en atender las necesidades de sus padres en Valderrama (1997). Nunca hubo reparto de dinero para los jugadores en los 80 años de historia del evento y parece que tampoco lo habrá en un futuro próximo, pese a que los jugadores estadounidenses comienzan a quejarse «fuera de micrófonos». Al menos, Tiger ha encontrado en Furyk lo que parece una pareja fiable. Ambos abrirán la jornada ante Harrington y Montgomerie. Olazabal lo hará con Sergio García para enfrentarse con David Toms y Brett Wetterich, este último debutante, en la primera jornada matinal que se jugará con la modalidad de fourball (cuatro bolas en juego, puntúa la mejor).