Regreso al planeta tierra
Algunos suspiran de alivio y otros de pena. Esto se acaba y llega la hora de de los balances. Siempre hay quejicas, plañideras y gentes que lo ven todo Azuloscurocasinegro, pero la impresión general es que no ha estado mal. Nada mal. Eso sí, Matt Dillon, soso, muy soso. Todo no se puede tener.
Cuando lean estas páginas yo ya estaré en el mundo. El mundo exterior. Eso que ocurre fuera del Zinemaldia. Familia, amigos, noticias que no tienen que ver con cine. Se hará extraño volver a pisar tierra. Otra cosa es el estado en el que salgamos de la burbuja, no hay más que ver la foto de al lado. Diez días intensos. ¡Qué lejos quedan ahora esas primeras películas, esos primeros invitados! Balances. El mío, bueno. Muy bueno. Con decirles que sólo me he salido una vez del cine... Eso, en esta quiniela que es elegir las películas que una va a ver, es un récord para mí, lo aseguro. No voy a decir el título de la película que se llevó tal honor, pero que sepan que es una que los críticos describieron unánimamente como «interesante experimento». Pues muy bien, pero la próxima vez, que no experimente conmigo, please.Pero, a lo que vamos. Que, no sólo no he tropezado con muchos interesantes experimentos, sino que, encima, me he reído en unas cuantas pelis. En unas cuantas, he dicho. Eso es inédito en este festival, (y en otros, me temo) siempre falto de comedias. Y, desde aquí, me atrevo a recomendarles “Little Miss Sunshine”, a cuyos directores, el matrimonio formado por Valerie Faris y Jonathan Dayton, estuve esperando en los Encuentros de Zabaltegi en vano, pues hicieron mutis por el foro. Otro matrimonio visitó ayer ese lugar, el formado por Mireia Gabilondo y Fernando Bernués, directores de “Kutsidazu bidea, Ixabel”. Comparecieron, eso sí, con la botella de agua en la mano y las huellas de una larga noche de celebración en la cara (y en la voz). Por cierto, no hagan mucho caso de las críticas y vayan a pasar un buen rato al cine. Se estrena en unos días.
Despiste en Zabaltegi
La verdad es que todos los que pasaron ayer por los Encuentros de Zabaltegi parecían haberse caído de un guindo. «¿Alguna pregunta?», soltaron los primeros, desconocedores del funcionamiento de este tipo de presentaciones. «Que no, que aquí no se hacen preguntas, sólo una pequeña presentación», les aclararon los organizadores. Ah, vale. Suben los de la siguiente película, hablan algo, y sueltan: «¿Alguna pregunta?». Lo mismo. Y, como lo oyen, suben los del siguiente film, y... «¿Alguna pregunta?». Los organizadores no daban crédito. Me queda el consuelo de pensar que no soy la única que ha acabado con empanada mental. Retomo. El día en que fui a los Encuentros en busca de los de “Little Miss Sunsine”, me encontré con otras cosas. Para empezar, un goloso gazapo. El brasileño Marcelo Santiago se empeñó en hablar en castellano en la presentación de su película “Sonhos e desejos” y soltó la siguiente perla: «Ayer la pusieron por primera vez y estoy contento porque tuvo una buena decepción». Supongo que quería decir aceptación. Después de esto, Sancho Gracia acabó de animarme la mañana. El eterno Curro Jiménez, que estaba en ese lugar por participar en la película de Fernando Guillén Cuervo “Los managers”, pasó de hablar de lo que le correspondía y aprovechó la presencia en la sala de Elías Querejeta para saludarle. «Le quiero mucho, a pesar suyo. Le deseo que siga haciendo películas, que es lo único que sabe hacer, porque lo del fútbol se le da fatal, aunque él todavía hable del gol que metió hace 1.500 años al Real Madrid». Por cierto, que Querejeta ha visitado Zinemaldia por un doble motivo: como productor de la película “Noticias de una guerra” y como protagonista del documental de Fernando Méndez Leite, “El productor”. Este último definió así al productor hernaniarra y ex jugador de la Real Sociedad: «Es una figura discutida, que suscita amores y odios. Pero, alo largo de 45 años, ha hecho las películas que él quería hacer, contra viento y manera».
Dillon, un soso
Matt Dillon, en cambio, no se convertirá nunca en eso que llaman figura discutida. Ni amores, ni odios. Ni fu ni fa. Esa impresión saqué después de escucharle durante una hora en la rueda de prensa que ofreció ayer, antes de recoger el Premio Donostia. Y es que, de tan políticamente correcto, aburrió. Ni una maldad, ni una anécdota. Todos los directores por los que le preguntaron fueron «maravillosos», la experiencia en tal o cual película «maravillosa», trabajar con tal actriz o tal actor, «maravilloso». Ni siquiera fue original en su respuesta sobre con qué director europeo quisiera rodar. ¿A que no lo adivinan? Premio. Almodóvar.Pero..., tan pelota quiso ser que casi mete el zancarrón. Le preguntaron por su trabajo, hace años, junto a un actor de origen vasco, Héctor Elizondo. Eso le cogió desprevenido. «¿Elizondo es vasco? ¡Yo creía que era puertorriqueño! Bueno, ahora que recuerdo, sí, es cierto, creo que él me habló de la cultura vasca..., sí, me contó algo de que se pintan la cara de color púrpura...» Y, viendo nuestras caras, se apresuró a decir: «No, mejor no sigo por ahí, que me meto en líos». Pero lo mejor llegó luego, cuando se le preguntó por su visita al Guggenheim Bilbao. «Ver el Guggenheim es una gran experiencia. No es como en otros museos. Te provoca un sentimiento de igualdad con el resto del mundo, es como si todos pudieran disfrutar de él. (????) Hace falta mucha pasión para constuir un museo así en una ciudad como Bilbao ». En fin, el año que viene, más y mejor. Esperemos.
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